Ir al contenido principal

Estoy mutando a vampira 🧛‍♀️

Hace años que me lo lleva advirtiendo un amigo y creo que cada vez está más cerca el día en el que me salgan colmillos y me pueda convertir en murciélago. Es broma, pero es cierto que los vampiros y yo compartimos un problema. Un problema que tiene nombre. No, no se trata del ajo. Me refiero a uno de los elementos necesarios para la vida…la luz del sol.
    En mi caso es un problema de las mutaciones. Tengo las pupilas disparejas, una de ellas es 5 milímetros más grande que la otra. Normalmente no se abren y cierran cuando lo necesito sino que hacen lo que les da la gana y eso me molesta. Por otra parte, exponerme a la luz del sol me produce alergia en la piel.  Lo que os decía…que estoy mutando a vampira. 


    ¿Por qué me hace daño la luz con lo suave y amable que es?¿Conocéis a alguien que se haya dado un golpe con un rayo de luz? Yo tampoco. Sin embargo es mi Kriptonita. 
    Voy a contaros cuáles creo que son las razones. Lo primero que vamos a hacer es intentar entender qué es la luz, porque creo que mis problemas con la luz los causan dos cosas diferentes.
    La luz es una onda, de hecho es una onda electromagnética y una onda es algo que se repite y que tiene un tamaño. A la repetición de la onda se le llama frecuencia, al tamaño longitud de onda y a la altura de la onda, amplitud.
      Para comprender un poco mejor la frecuencia y la longitud de onda os he dibujado dos ondas diferentes. Imaginad que esa fuera la foto de lo que ha pasado en un segundo. En la onda superior hay menos ondulaciones que en la inferior y además son mucho más grandes. La longitud de onda es el tamaño de las ondulaciones. Así que en la onda inferior la longitud es menor que en la onda superior. Hemos dicho que esto es lo que ocurre en un segundo, así que en ese tiempo la superior se ha repetido pocas veces y la inferior, en comparación, muchas más. Al número de repeticiones que se producen en un segundo se le llama frecuencia y se mide en hercios (Hz). Podéis ver que si la onda es más grande se repite menos y si la onda es más pequeña se repite más. Eso significa que la relación entre estas dos magnitudes es inversa, más repeticiones implican ondas pequeñas, menos repeticiones ondas más grandes. 
    Si medimos estas dos magnitudes en las ondas que andan por el espacio exterior y las ordenamos de mayor a menor longitud de onda, obtenemos el espectro electromagnético completo. 
    
Imagen creada por Crates

    Las ondas no están quietas, avanzan y se mueven por el espacio. Yo me las imagino como látigos, muchos látigos de muchas formas. Unos con más ondulaciones que otros, algunos tan grandes que pasan por encima de montañas y otros tan pequeños que pueden golpear una parte del ADN.
    Ahora que ya tenemos el abanico completo de las ondas nos vamos a fijar en las que nos llegan del Sol. La primera que nos llega es la ultravioleta A, B y C, cuyo nombre proviene de que se encuentra en un rango muy superior al de la luz de color violeta, la más alta que el ojo humano puede captar, es decir, que es un tipo invisible de luz. Tras ella tenemos luz visible y finalmente la luz infrarroja. Con detalle son:
    Luz Ultravioleta A (UVA) es la forma de radiación de alta frecuencia que más incide sobre la superficie terrestre sin llegar a ser visible por el ojo humano. A ella debemos el bronceado de nuestras pieles pero también la posibilidad de cánceres de piel.
    Luz Ultravioleta B (UVB) produce un fuerte impacto en la atmósfera donde desencadena la mayoría de sus reacciones fotoquímicas como la producción de la capa de ozono. De este modo también alcanza la superficie terrestre en bajísimas cantidades.
    Luz Ultravioleta C (UVC). Luz ultravioleta a su mayor frecuencia. La mayor parte de ella es absorbida por la atmósfera, afortunadamente, ya que tiene un intenso impacto en la vida y el ADN. 
    Luz de rango visible. Se trata de las diversas formas de luz que componen el espectro visible. Si la luz solar penetra en un prisma, como las gotas de lluvia de la atmósfera, podremos ver cómo se descompone en sus diversas longitudes de onda. En nuestro cerebro crearán los distintos colores: violeta, azul, verde, amarillo, naranja y rojo. Ordenadas de menor longitud de onda a mayor. Son los colores del arcoíris.🌈
    Luz de rango infrarrojo. Es la radiación que aporta más cantidad de calor proveniente del Sol. Es indetectable por el ojo humano, pero con un pirorradiómetro se puede medir. De hecho conozco a alguien que tiene uno y le gusta sacar fotos en infrarrojo para subirlas a las redes.😉
    En resumen, el espectro visible es el que tiene las ondas con un tamaño justo para que nuestros ojos las perciban y nuestro cerebro las interprete como colores. La radiación ultravioleta es a la que tenemos que estar atentos para no quemarnos en la playa y, además, hay que tener cuidado porque no podemos verla, solamente sentirla en la piel.
    ¿Por qué me hace daño el espectro visible? Tiene que ver con la cantidad de luz que entra por mis ojos y que mi cerebro, por ser excesiva, no puede procesar. Al no tener las pupilas del mismo tamaño no entra la misma cantidad de luz en las dos. De hecho, en la derecha que tiene 5 milímetros más de diámetro que la izquierda, entra bastante más. Mi cerebro recibe un exceso de información y me molesta. Como la cantidad que me llega a un ojo y a otro es diferente, interpreto los colores un poco más claros y más brillantes con el ojo derecho. Así que si me veis con un ojo cerrado es porque me he dejado las gafas de sol en casa.
   Para convertirme en vampira no es suficiente que mis ojos sufran con la luz, realmente eso le pasa a mucha gente. Pero también ocurre que si me pongo al sol ardo, bueno no voy a exagerar, no ardo, sino que me produce alergia en la piel. La culpa de esa alergia la tienen las ondas que no vemos y que llegan del Sol.
    Nuestra piel, más concretamente nuestro tejido epitelial, está compuesto de células que tienen forma de escutoide y están unidas unas con otras como podéis ver en la animación. 
Animación creada por Rectas
    Nuestra piel está formada por muchas células con forma de escutoide y que están unas junto a otras formando el epitelio. Imaginad que las ondas que nos llegan del Sol son como látigos. Nos llegan muchos látigos y pueden ondularse de muchas formas. Habrá muchos de esos látigos que tengan ondas con el tamaño de la radiaciones ultravioletas. Precisamente éstas tienen el tamaño perfecto para golpear nuestras células epiteliales. Con cada rayito de sol recibimos muchos latigazos en nuestra piel, así que nuestras células vibran con esos golpes. Esa vibración hace que sintamos calor y que, además, se libere melanina que es la que nos pone morenos. A mis células no les gusta que les den golpes y reaccionan poniéndose rojas y picando. 
    Poco más o menos es lo que hacen los rayos UV en nuestra piel, golpean nuestras células y las calientan, pero si nos exponemos mucho y el azar hace que nos golpee algún latigazo de los más pequeños puede romper nuestras células. Romper una célula no genera ningún problema, incluso aunque si se rompieran un par de ellas no sería grave. Lógicamente cuanto más tiempo estemos expuestos a los latigazos más golpes se llevan nuestras células y más se calentarán. Eso puede producir daños en la piel, arrugas, grietas, es decir, molestias estéticas.
    Si estamos demasiado tiempo recibiendo latigazos corremos el riesgo de que, por cuestiones de probabilidad, alguno de los latigazos de los pequeños pase al interior de la célula. Sin darnos cuenta se puede dañar el núcleo de la célula, que es donde se encuentra nuestro ADN. Lamentablemente, si lo que se rompe es el ADN, las replicaciones que haga a partir de ese momento estarán mal hechas. Lo peligroso es que si nos exponemos a los rayos UVA mucho tiempo aumentamos la probabilidad de que alguno de estos pequeños latigazos afecte a nuestro ADN y por tanto, aumentamos el riesgo de padecer cancer de piel.
    A mí me hace daño, porque a mi piel no le gusta que le toquen los escutoides y en el momento en el que han sido golpeados con el látigo ultravioleta más tiempo del que les gusta, protestan. ¿Cómo protestan? Se hinchan, duelen y pican. Así que yo intento mantener a salvo a mis escutoides de latigazos.
    Ahora que sabéis que estoy mutando a vampira y, aprovechando que llega el verano, disfrutad de la luz, pero con cuidado.

 Referencias:




This work © 2022 by darthscience666 is licensed under 
 Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0 International

Comentarios

  1. Tienen que disfrutar tus alumnes con estas historias ;-) Me encanta (especialmente) como has contado frecuencia y longitud de onda.

    ResponderEliminar
  2. A mí los latigazos me pegan en los ojos y me fríen la cabeza. Los ojos enseguida me arden, tengo unas gotas para que se relajen un poco, y si me paso mucho tiempo al sol, raro es que no acabe con fiebre. Siempre me dicen que debería tomar más el sol porque estoy pálida, ahora les mandaré a esta entrada para responder por qué prefiero parecer un vampiro.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Lo más visto

El sonido del frío

Lo que más ha gustado

El sonido del frío

¿Sois capaces de oír el frío? ¿Olerlo? Alguien habrá contestado afirmativamente a alguna de las preguntas, ¿no? Si me lo permitís me gustaría contaros que yo sí lo oigo, aunque igual es más correcto decir que no oigo nada cuando hace mucho frío.        No, no se trata de que tenga un problema auditivo, al contrario, tengo mala vista, pero muy buen oído y olfato. En su día os conté que huelo el calor y hoy os quería contar que oigo el frío.      Os pongo en antecedentes, vivo en la costa, en un lugar desde el cual, las noches con fuerte oleaje, cuando el ruido diurno cesa, se oyen las olas como un rumor constante de fondo. A mi alrededor hay muchísimos árboles y arbustos que al más mínimo roce del viento murmuran, y que en los días de lluvia crean una sinfonía de golpeteos, choques y roces.       No es raro que se produzcan galernas repentinas, acompañadas con grandes estruendos que, suelen agitar las ramas de los árboles como si es...

¿Ese?, es un cardo borriquero

Era pequeña cuando le oí a mi amama 1 referirse a alguien como cardo borriquero . Por la cara que puso al decirlo, saqué la conclusión de que debía ser alguien con pinchos, seco y feo o, lo que es lo mismo, poco agradable.      En ese momento, mis conocimientos sobre los cardos se limitaban a la cocina. Tenía la absoluta certeza de que mi amama los cocinaba como nadie (a mí no me salen tan bien), que estaban muy ricos y que daban mucho trabajo.      Esa asociación de ideas, el cardo y una persona áspera, fea y seca, me ha durado mucho tiempo, en concreto, toda mi vida hasta hace un mes.      Este verano, para descansar cuerpo y mente, elegí ir a Dublín. Me encantó la ciudad, su ambiente, la gente y la bonita costumbre de vender flores en la calle. Disfruté muchísimo viendo los distintos puestos.       En la mayoría de ellos encontré algo parecido a unas flores de un precioso color azul que me parecieron una auténtica bell...

May the ´Darth´ side of the Science be with you.