La tecnología no es neutral.
Existen tecnologías que adaptamos con mucha facilidad y apps a las que damos permiso sin leer las condiciones y, una vez dentro, es imposible salir. Las redes que la tecnología crea a nuestro alrededor son difíciles de eliminar y aún más difícil es no formar parte de ellas. Entre todas estas herramientas, aparatos, apps y cualquier cosa que se os ocurra, hay una tecnología que surgió en Japón en 1994 y que ha modificado la transmisión de información, que es muy simple y muy útil; me refiero a los códigos QR (la evolución de los códigos de barras).
Los QRs son un módulo para almacenar información en una matriz de datos. Esta matriz se lee con cualquier dispositivo movil que lleve incorporado un lector y, automáticamente, nos lleva a una aplicación, correo electrónico, página web o a cualquier cosa que deseemos.
Son aparentemente inocuos, apenas un código que nos lleva directamente allí donde se haya programado que nos debe llevar. O tal vez no. Justo el año anterior a la pandemia viajé a China. Me llamó muchísimo la atención que todo se hacía a través de aplicaciones en el móvil. Cuando digo todo, quiero decir absolutamente todo, pagar en restaurantes, viajar en metro, leer un menú, recibir información sobre cualquier objeto, museo y un largo etcétera de aplicaciones. Hablo de China, así que seguramente estos movimientos están supervisados por el estado.
Hasta aquí más o menos lo mismo que en todos los países con mayor o menor interés por parte de los gobiernos a la hora de controlarnos. Por ejemplo, a la hora de pagar en un restaurante te acercaban un código QR y se efectuaba el pago a través de él. Todo estaba en el móvil y en los QRs. Por supuesto, siempre que fueras chino ya que los occidentales no podíamos acceder a estos servicios al no disponer de las apps necesarias para hacerlo. Todo se controla desde la aplicación WECHAT. Es una aplicación muy popular en China que abarca muchos ámbitos como llamadas, redes sociales y pagos. Una aplicación que todo el mundo usa, que vale para pedir un taxi o para dar limosna a un mendigo. Sí, habéis leído bien, sirve incluso hasta para dar limosna. Es tan buena que el gobierno la utiliza para vigilar, controlar y censurar.
Hasta aquí más o menos lo mismo que en todos los países con mayor o menor interés por parte de los gobiernos a la hora de controlarnos. Por ejemplo, a la hora de pagar en un restaurante te acercaban un código QR y se efectuaba el pago a través de él. Todo estaba en el móvil y en los QRs. Por supuesto, siempre que fueras chino ya que los occidentales no podíamos acceder a estos servicios al no disponer de las apps necesarias para hacerlo. Todo se controla desde la aplicación WECHAT. Es una aplicación muy popular en China que abarca muchos ámbitos como llamadas, redes sociales y pagos. Una aplicación que todo el mundo usa, que vale para pedir un taxi o para dar limosna a un mendigo. Sí, habéis leído bien, sirve incluso hasta para dar limosna. Es tan buena que el gobierno la utiliza para vigilar, controlar y censurar.
Mendigo (Stable Diffusion) |
En la calles de Pekín era habitual cruzarse con mendigos, no demasiados, ya que nadie está sin hacer nada en China. Los mendigos tenían su propio código QR y cuando cualquier persona les quería dar algo de dinero, lo único que tenían que hacer era colocar su móvil sobre el código QR que el mendigo les mostraba. Una forma fácil y sencilla de no portando dinero dárselo a quien lo necesita en la cantidad y en el momento en el que quisiéramos. El recurso de “lo siento no llevo monedas encima” quedaba eliminado, ya no existe. Pero lo que de verdad me llamó la atención fue que, de esa forma, el Gobierno chino tenía controlado quién pedía limosna y quién la daba. Control absoluto a través de la tecnología. Dada su obligatoriedad de uso para el transporte, comercios y pagos en general, el Gobierno chino tiene una idea clara y real de lo que su población hace, gasta, comenta o come.
La sensación para un occidental es de control absoluto por parte del gobierno. De hecho es un control en el que todos los ciudadanos participan y en la que no hay nadie que quede al margen. La percepción para los turistas es de absoluta seguridad, no hay nadie que escape a la vigilancia, ni un extranjero ni un mendigo. Cámaras de vigilancia en las calles, en el metro, localización al momento e incluso si quieres dar limosna a alguien, también lo sabrán.
QRs o nada (Stable Diffusion) |
Pensando en ello me vienen a la mente todas esas teorías de la conspiración que dicen que llevamos insertado un chip con la vacuna porque de esa manera nos quieren controlar, nos quitarán libertad y sabrán todo sobre nosotros, que nos dominaran y un largo etcétera de tonterías. ¿Para qué? Si ya llevamos el móvil encima todo el día, estamos geolocalizados, nos muestran la publicidad que nos quieren mostrar, los algoritmos de las redes sociales determinan qué vemos y a qué tenemos que dar like. Sin darnos cuenta, parte de los beneficios de la tecnología están redundando en un mayor control. Pensad en la cantidad de conspiraciones que fluyen por el mundo y que se transmiten de una parte a otra en menos de un segundo.
Estoy segura de que la funcionalidad básica de toda tecnología que se nos presenta es benévola (usar un mapa, reconocer una canción, enviar un mensaje a un amigo), sin embargo las derivas que termina teniendo dejan de ser tan inocuas (geolocalización, control, acoso) y, a pesar de ello, elegimos usarlas. No hay escapatoria.
Al final estamos creando sociedades que bajo criterios democráticos adquieren cada vez más control sobre sus ciudadanos. El futuro, como siempre, es incierto y aventurarse a pensar o recrear qué es lo que va a ocurrir de aquí a 5 años, no es fácil. Yo jamás hubiera pensado que iba a dar una clase utilizando la pantalla de un tablet con auriculares y un lápiz óptico con pizarra virtual y que mis alumnos podrían verme mientras aparecía yo en pantalla. La necesidad ha propiciado el uso de nuevas aplicaciones y de esa misma necesidad han surgido nuevas tecnologías y nuevos avances, ¿será eso mejor?. No lo sé, sólo os puedo decir que yo como fan declarada del futuro, estaré siempre esperando ver cuál es el siguiente paso aunque mientras no exista una máquina capaz de leer mi cerebro a distancia, espero seguir siendo un poco libre.
Referencias:
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