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¡Qué buen tiempo hace! (Diálogos de ascensor)

Que levante la mano quien no haya tenido una conversación de ascensor en la que no se haya mencionado en algún momento que el tiempo ya no es como antes. Ya me imagino que no la ha levantado nadie. Yo vivo en Bizkaia y estoy aburrida de oír que antes en noviembre empezaba el sirimiri y que hasta mayo no paraba. 
    Los más mayores siempre dicen que cuando eran niños el clima era distinto, yo no puedo decirles que no, pero sí que les podría decir que en climatología unas décadas no son dato. Los registros del clima son series temporales muy largas y de ellos se puede deducir que hace falta mucho más tiempo que una vida humana para extraer información.


    En ocasiones oímos hablar del clima en épocas pasadas, y cuando digo pasadas hablo de muuuuucho tiempo. Cuando se habla de épocas de glaciaciones o de periodos de clima más cálido no nos están hablando de hace 100 años sino de tiempo remotos. ¿Y cómo saben lo que ocurría hace tantos años? ¿Alguien escribió si llovía o hacía frio? La propia naturaleza nos ha dejado registros que nos permiten conocer cómo eran las condiciones climáticas en épocas muy remotas. Seguro que os preguntáis: ¿cómo?
    Existen distintas formas de recoger y analizar la información y la encargada de recogerlos y analizarlos  es la paleoclimatología. Esta disciplina se basa en investigar el clima del pasado usando proxies o, lo que es lo mismo, datos indirectos. Esto se debe a que no tenemos un registro de épocas anteriores que nos permita conocer lo que sucedió. Los datos pueden proceder de:
- Hielo de glaciares que da información sobre el oxígeno y el hidrógeno que está atrapado en pequeñas burbujas de aire. El grosor de las capas y el polen que puede contener también aportan información.
- Foraminíferos que son organismos que poseen concha o esqueleto que fosiliza fácilmente y sedimenta en el fondo marino. Su composición y forma dependen de la temperatura del agua y aportan datos con su análisis.
- Sedimentos en lagos, los cuales nos permiten conocer las precipitaciones, la flora circundante y el flujo de agua.
- Espeleotemas que son formaciones en cuevas como las estalactitas y que, dada su composición química, permiten inferir cambios en la temperatura y en las precipitaciones.
- Polen: la presencia de diferentes tipos de polen permite conocer si el clima era cálido o frio en épocas remotas.
- Turberas, humedales de turba que forman capas, las cuales nos permiten conocer la composición de la vegetación en diferentes momentos de la historia.
- Anillos de árboles: el número de anillos que forman el tronco de un árbol nos indica su edad y las precipitaciones de cada año, temperatura y periodos de sequía.
- Dientes de mamíferos: el desgaste dental puede aportar información sobre la vegetación que consumían.
    Cada una de estas fuentes de datos aporta información y entre todas nos permiten conocer el clima en épocas remotas, contrastar cambios climatológicos, conocer el tipo de vegetación y actualmente alertarnos sobre el cambio climático.
    Aunque todo tiene sus “peros” y la paleoclimatología no iba a ser menos. Los registros son menos útiles cuanto más se retrocede en el tiempo. Parece que no existe hielo de más de 1 millón de años y, a su vez, recoger muestras e interpretarlas por encima de 800.000 años es complicado. Los registros marinos en grandes profundidades sólo existen en las plataformas oceánicas y sólo llegan hasta 140 millones de años. Cualquier sedimento con más edad no suele estar en condiciones de aportar información. Así que tenemos información pero con ciertos límites. Parece lógico pensar que cuanto más antigua sea la muestra más posibilidades de error tendremos.
   La comprensión de la historia del clima requiere de una clara cronología del pasado. Los registros deben ser datados para así determinar el momento de un evento, las velocidades de los cambios ocurridos y las relaciones entre diferentes registros. Sólo de esta manera será posible reconstruir un escenario coherente de la evolución espacial y temporal real de los procesos de la Tierra.” (IGBP, 2001)
    He dejado para el final la forma de recoger datos que aunque no sea la más fiable ni permita conocer lo que ocurrió en un pasado muy lejano es, quizás, la más me gusta. Consiste en leer un libro o ver un cuadro y deducir información sobre el clima de ellos.
- Literatura y arte. Si leemos libros y miramos cuadros atentamente podemos hacernos una idea de lo que  ocurría en épocas pasadas. No he encontrado mucha información sobre esta forma de mirar el clima, apenas alguna mención. Sin embargo, creo que nos puede aportar mucho en la historia climatológica más reciente y nos puede dar una idea de cómo se ha producido el cambio climático. Desde la época de la industrialización sabemos que hemos ido modificando nuestro clima debido a las emisiones que hemos realizado. Pero ¿qué tal si especulamos un poco y vemos cómo interpretaríamos la información extraída del arte y la literatura?
    Vamos a imaginar una novela de Dickens, en la que siempre aparece una chimenea y en la que se cuenta que en el duro invierno londinense la familia X consumía cierta cantidad de carbón en su casa. Si contrastamos esa información con la de un censo de la época, podemos calcular el consumo de carbón en Londres. Si además sabemos el tipo de carbón usado podríamos calcular la cantidad de CO2 que se emitía a la atmósfera. Si añadimos información de todos los registros que puedan proceder de otras fuentes de datos, podemos hacernos una idea de la contaminación ambiental de la época. 
     Si nos fijamos en los cuadros del mismo periodo podemos percibir el color de los cielos y hacernos una idea de cómo estaba la atmósfera la flora, fauna y los colores del cielo. Sí, ya sé qué me vais a decir: “lo que cuentas es demasiado simple y que no aporta gran cosas sobre épocas remotas”. Sí y tenéis razón…pero seguro que he conseguido que cada vez que leáis un libro o veáis un cuadro os fijéis en esos detalles😉así que por mi parte: misión cumplida. Pensad en la de detalles que en ocasiones nos llegan de los libros o la pintura y que pasamos por alto. 
    No creo que yo supiera interpretar todos los pequeños detalles de manera adecuada pero escribiendo esto y retomando el sirimiri del comienzo sí me he dado cuenta de que algún cambio ha habido. En las fotos de Bizkaia de mi familia de hace casi un siglo la gabardina era la prenda más habitual junto a el paraguas y txapela (boina). Todas son prendas que se usan para la lluvia, no para el frío. La queja de los mayores es que ya no hay sirimiri. Creo que tienen razón porque hay un dato claro que puede ser indicativo de ese cambio: la desaparición de la industria metalúrgica y la siderúrgica, consumidoras ambas de gran cantidad de carbón. Cuentan que siempre había una nube gris sobre sus cabezas, menos luz y sirimiri…y la pregunta es: ¿puede que el fin del carbón en Bizkaia haya acabado con el sirimiri? Desconozco la respuesta y no sé si lo que acabo de especular es correcto…así que por favor si alguien tiene la respuesta que me lo haga saber😊
    Para acabar, creo que no debemos pensar en el clima como algo que afecta a que haga más frío o calor, llueva más o menos. El cambio climático afecta a todo lo que nos rodea. Altera la flora y la fauna, altera los mecanismos de la vida e influye en todo. Algunas enfermedades están relacionadas con las modificaciones del clima, por ejemplo, muchas afecciones respiratorias, problemas con la piel y por supuesto la variación en los microorganismos. Así que cuidad el entorno por favor.


Referencias: 






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