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¿Qué demonios hago yo aquí?

Hace ya unos cuantos años que enseño cosas😉. Soy profesora de apoyo en programas de ayuda a estudiantes con dificultades en matemáticas. En 2019, después de unos cuantos años dedicada a estos programas, la directora del colegio en el que trabajo me dijo que consideraba que estaba lo suficientemente pirada y era lo bastante friki de la ciencia como para dar una asignatura de Cultura Científica. Me ofreció la oportunidad de diseñar la asignatura a mi gusto y dejó a mi criterio la elección del contenido. Se trataba de enseñarles temas que pudieran aportarles algo interesante. Así que creé una asignatura que englobara conocimiento, ciencia, pensamiento crítico y que me permitiera explicar aquello que no se suele explicar en las clases estándar. Me salió esto:


    Ese fue el origen de todo. Ese mismo año supe del Máster en Cultura Científica y se me pusieron los dientes largos. Pero llegó la pandemia🙃, un lio de trabajo e incertidumbre por todos lados. Sin embargo, el año pasado decidí que me daba igual qué pasara y cómo, que necesitaba saber más de divulgación y comunicación…así que aquí estoy. Con lo que he ido aprendiendo a lo largo del Máster y lo que espero seguir aprendiendo, me gustaría ser una “facilitadora de conocimiento”. Me gusta aprender y enseñar, y cuando enseño también aprendo. Si pudiera, me encantaría dedicarme a explicar por qué es bueno saber y conocer, cómo hacerlo y sobre todo quitarle a mucha gente el miedo que tiene a ciertas materias. Supongo que eso me convertirá en divulgadora y comunicadora en un futuro. Dada mi experiencia enseñando, ponerme delante de gente y contar cosas es algo que no me supone ningún esfuerzo y no tengo problema en hacerlo en distintos ámbitos y para diferentes perfiles de oyentes. Claro que he descubierto, con este blog, que me gusta mucho escribir, así que no descarto seguir haciéndolo y contar mis majaderías como hasta ahora.
    No ejerzo como tal pero soy socióloga eso me lleva a pensar que puedo estudiar y analizar la percepción social de la ciencia. Nunca me he propuesto hacerlo pero supongo que todo es empezar. 
    Pero por encima de todo, y aunque carezca de etiqueta,  me gusta contar cosas y me encanta la cara que pone la gente cuando descubre algo que no conocía o que no sabía o que, tal vez por miedo, no se había atrevido a preguntar. Mis estudiantes siempre me han dicho que me explico bien (igual es para hacerme la pelota), así que, sí, creo que de mayor quiero ser “facilitadora y contadora de conocimiento”.
    El cómo y el dónde ya vendrán. De momento mi intención es aprender para después poder enseñar más y mejor.


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  En cualquier lugar - ¿Has visto? Xilú es especial, apenas tiene un año y ya te mira como si se fuera a arrancar a hablar y darte un discurso. Me maravilla, desde que nació noto que tiene algo distinto. - Si tú lo dices. Es un bebé, yo no veo nada especial.  - ¡Tú no eres madre y no lo entiendes! - Será eso. Un año después - ¿Has visto? Cuando el resto llora, Xilú calla. Es muy especial, se mueve con calma y su primera palabra ha sido: música. Le encanta oír música.  - ¡Qué bien! Es muy bueno que le guste la música, pero que no llore cuando lo hace el resto... - Eso es porque ha madurado antes que el resto.  - Claro, claro.  Otro año después - ¿Has visto? Xilú es especial, habla lo justo, se sienta a ver la televisión y puede ver un programa de debate sin hablar, alerta y en silencio. A veces creo que está reflexionando sobre lo que dicen. Pone una cara muy graciosa cuando lo hace. - ¿No crees que eso es poco frecuente? Sólo tiene tres años.  - ¡No es raro, es especial! - Vale, vale.

Flores negras

Iba a ser un día especial. En su llamada captó la promesa de una noche inolvidable.  El suave susurro de su voz rozando sus tímpanos lo dejó claro. Era un roce sonoro lleno de expectativas, deleite, dulzura y con la promesa de recrearse en el roce de sus pieles.      La mañana fue un continuo ir y venir, pero improductiva. Varios encontronazos con colegas, pequeñas frases sin relevancia que rozaban la estupidez y arañaban sus ideas. Esos roces siempre eran molestos.      Rozando las seis se preparó para irse. Quería llegar cuanto antes. Se cambió de calzado. No iba a perder el tiempo en el autobús, no. ¡Gente rozándote por todos lados! Volvería andando.      No tardó mucho en darse cuenta de que, por evitar algunos roces, había sufrido otros. Las malditas zapatillas no eran adecuadas y el roce provocó un par de heridas. En fin, ya estaba hecho. No dejó de caminar.      Antes de rozar el llavero, la puerta se abrió. La bienvenida a casa consistió en un leve roce en los labios, una p

May the ´Darth´ side of the Science be with you.