En circunstancias normales tendemos a confiar en informaciones que nos llegan de tercera mano. Un primo de un cuñado que una vez conoció a alguien que sabía del tema. ¿Os habéis parado a pensar en la cantidad de información que difundimos sin verificar? En mil y una ocasiones generalizamos a partir de un único caso o creemos ciegamente lo que nos cuenta alguien a quien atribuimos un conocimiento superior al nuestro aunque este conocimiento no tenga nada que ver con la materia de la que se habla. Sólo debemos pensar en la cantidad de “todólogos” que hay circulando por la televisión y las redes. Recuerdo que hace unos años una persona que no me conocía de nada me dijo que tenía que ser celíaca porque una persona celíaca que ella conocía era igual de delgada que yo. ¡Menos mal que no me fio ni de mi sombra!
Imaginad la misma información sin criterio trasmitida a alguien que se fia de ella...ya está liada. En el mejor de los casos no hará nada y en el peor dejará de comer gluten sin necesidad.
Pues vamos a ir un poco más allá. Suponed que esa información procede de un estudio científico que todavía no ha pasado por la revisión por pares para publicarse y que, a modo de adelanto, se publica. Añadidle unas circunstancias extraordinarias como han sido las del periodo de la actual pandemia...se lía pero bien liada. Eso sucedió con este estudio y se cuenta muy bien aquí.
Las preguntas que surgen inmediatamente son: ¿Hay que publicar tan pronto como se tiene algún resultado? ¿Los preprints son buenos? ¿Abren las puertas a malas interpretaciones? ¿Dan oportunidad a darles un mal uso? ¿Dejan abierta la puerta a teorías erróneas y a la creación de conspiraciones, bulos y fakes?
Las respuestas podrían ser respectivamente: no, depende, sí, sí y sí. Vamos a empezar por el principio. Un preprint es una publicación previa a un artículo final que no cuenta con la revisión por pares exigida para poder ser publicada. Normalmente adelanta algún resultado o conclusión de la investigación que aparecerá publicada tan pronto como la revisen. El objetivo de la revisión es verificar y contrastar la información, análisis, estudio o conclusiones de una investigación, precisamente para evitar estudios erróneos o publicar estudios que no tengan fundamento o que sean fraudulentos. En definitiva, evitar que puedan generar falsas expectativas.
Durante la pandemia la necesidad de información era imperiosa y si en condiciones normales las redes y la información fluyen rápidamente, en este periodo de incertidumbre fueron si cabe más rápidas. La necesidad de ver avances continuos en la investigación, al igual que retransmitir los resultados rápidamente, motivaron que se optara, en muchas ocasiones, por publicar directamente resultados o conclusiones previas sin esperar a la revisión.
Mal hecho, resta credibilidad a los buenos estudios, alienta las malas interpretaciones y abre la puerta a las conspiraciones. Normalmente malinterpretamos la información y la sesgamos hacia lo que nos interesa. No se trata sólo de una práctica llevada a cabo por particulares. Los medios de comunicación, según los datos de este estudio muestran una clara polaridad a la hora de manejar la información, ¿se han aprovechado de las circunstancias? Por supuesto. Hemos vivido un periodo en el que la información era necesaria y en el que las redes hervían de actividad. Ha surgido la oportunidad para los medios de utilizar los estudios que todavía no habían pasado la revisión. Eso ha permitido que se pudieran amoldar (creando un marco que encuadre la noticia) a las necesidades de cada medio de comunicación para que afirmara o negara lo que en cada momento interesaba. Ha sido y es una practica habitual de los medios de comunicación pero la publicación sin revisión les ha proporcionado un material ideal para poder moldearlo a su antojo.
La información no verificada es, en muchas ocasiones, la que genera expectativa. De hecho al común de los mortales, me incluyo en el lote, nos interesa. Cuando esa información no es relevante o hace referencia a un cotilleo sobre un famosete no ocurre nada. Sin embargo, en el momento que estudios inconclusos y sin revisar se publican y caen en malas manos, dejan la puerta abierta a la especulación, a las falsas creencias y a la difusión de bulos que pueden crear falsas expectativas. ¿Dejamos entonces que se publiquen preprints? La verdad es que si la consecuencia va a ser un mal uso…no.
Hay tener en cuenta que, en ocasiones, esa información que se comparte o modifica crea expectativas sobre una cura o un desarrollo tecnológico. Sin embargo no se hace un seguimiento posterior de lo que se ha comunicado. En muchas ocasiones nos encontramos con informaciones mal entendidas, mal trasmitidas o sin verificar de avances médicos que, en muchos casos, pueden resultar esperanzadoras y que pierden fuerza una vez ha pasado el titular grandilocuente. A largo plazo no se conoce si ha tenido éxito o si ha sido un fracaso, ha creado una ilusión en un avance y tan rápido como vino se fue.
Por supuesto que no todo tiene que ser malo, de hecho, en los preprints no hay nada malo, es el mal uso lo que los puede hacer peligrosos. Hay que tener en cuenta que también contribuyen a que la ciencia llegue a todo el mundo. Su objetivo es motivar, incentivar, y puede ser bueno que la sociedad conozca de primera mano los resultado de las investigaciones. Eso implica que los medios de comunicación deben hacer un buen uso de lo que les llega. Lo ideal sería que explicaran que se trata un informe previo y que no debe ser tomado más que en su justa medida…¡ya! Seguro que pensando en la cantidad de likes que van a conseguir si utilizan un lenguaje especulativo, con un enmarque de la noticia adecuado al público que se quiere captar y unas cuantas pinceladas más, estoy segura de que si tienen oportunidad y falta de escrúpulos lo harán de nuevo. ¡Estad atentos! Y que no os confundan.
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