La razones por las que, en ocasiones, confiamos en teorías pseudocientíficas son multiples. En este artículo, Carolina Moreno Castro habla de la dificultad que existe para establecer las claves que nos llevan a adoptar estas creencias. Una de las que siempre se argumenta es la falta de conocimiento científico. Sin embargo, esta relación no está verificada. No se trata de que el rechazo a la ciencia provoque aceptar las pseudociencias como única verdad. Este rechazo a los argumentos científicos es debido a una serie de factores todos ellos igual de relevantes a lo hora de que una persona se decante por este tipo de creencias.
Existen varios motivos por los que las personas pueden creer en teorías pseudocientíficas. Uno de los principales es la necesidad de buscar explicaciones para fenómenos que no comprendemos. Las teorías pseudocientíficas, a menudo, ofrecen una explicación fácil y aparentemente lógica para estos fenómenos, lo que las hace muy atractivas para muchas personas. A esto podemos añadir la falta de educación científica como impulso para acercarse a estas teorías. Carecer de una comprensión sólida de cómo funciona la ciencia y cómo se realizan las investigaciones nos convierte en presas fáciles para caer en las trampas de la pseudociencia. Además podemos sumar que los defensores de estas ideas las publicitan con técnicas de persuasión lo suficientemente engañosas para convencernos de que su teoría es cierta aun sin contar con pruebas científicas que la respalden. ¿Por qué deseamos creer en algo? Las pseudociencias suelen ofrecer una solución en apariencia sencilla para un problema personal o, tal vez, para una visión del mundo más agradable o más cercana a las creencias individuales.
Existen varios motivos por los que las personas pueden creer en teorías pseudocientíficas. Uno de los principales es la necesidad de buscar explicaciones para fenómenos que no comprendemos. Las teorías pseudocientíficas, a menudo, ofrecen una explicación fácil y aparentemente lógica para estos fenómenos, lo que las hace muy atractivas para muchas personas. A esto podemos añadir la falta de educación científica como impulso para acercarse a estas teorías. Carecer de una comprensión sólida de cómo funciona la ciencia y cómo se realizan las investigaciones nos convierte en presas fáciles para caer en las trampas de la pseudociencia. Además podemos sumar que los defensores de estas ideas las publicitan con técnicas de persuasión lo suficientemente engañosas para convencernos de que su teoría es cierta aun sin contar con pruebas científicas que la respalden. ¿Por qué deseamos creer en algo? Las pseudociencias suelen ofrecer una solución en apariencia sencilla para un problema personal o, tal vez, para una visión del mundo más agradable o más cercana a las creencias individuales.
De lo citado anteriormente surge la necesidad de distinguir una teoría científica de una que no lo es. El criterio de falsabilidad, propuesto por el filósofo de la ciencia Karl Popper, sostiene que una teoría científica es válida si es falsable, es decir, si se puede concebir una prueba que pueda refutarla. Según Popper, una teoría científica se distingue de una pseudociencia en que puede ser sometida a pruebas empíricas. Aunque esto no es garantía absoluta de distinción ya que el proceso para evaluar requiere un enfoque crítico y multidisciplinar.
Existen varios métodos para evaluar una teoría aunque no todos ellos están al alcance de nuestras posibilidades. Algunos de los métodos incluyen:
- Búsqueda de pruebas empíricas, es decir, ayudarse de la observación y experimentación. Esto implica recolectar datos y compararlos con las predicciones de la teoría. Si los datos son consistentes con las predicciones, la teoría se considera más fuerte y si no es así se considera debilitada o refutada.
- La verificación de su consistencia interna que implica asegurarse de que no contradice sus propias premisas y no contiene contradicciones lógicas.
- La comprobación de su coherencia con teorías relacionadas o similares. Se trata de que no existan contradicciones entre una teoría y las establecidas por otras teorías en el mismo campo de estudio.
- Evaluar su simplicidad basándose en que la teoría es fácil de entender y no requiere un gran número de suposiciones adicionales a las que la propia teoría contiene.
- Capacidad explicativa. Una teoría debe ser capaz de explicar los fenómenos que se están estudiando y, además, debe predecir nuevos fenómenos similares a los explicados.
Es importante tener en cuenta que el proceso de evaluar una teoría es continuo y no se trata de un proceso lineal, puede ser necesario volver a evaluarla a medida que se recopila más información y se descubren nuevos hallazgos.
Garantizar que se realiza una evaluación correcta requiere un enfoque crítico, riguroso y multidisciplinar. Asimismo se deben considerar multiples factores para asegurar su validez y su precisión. Para ello es importante hacer uso de los métodos científicos establecidos, evitar sesgos, someter la teoría a revisión por pares, considerar toda la evidencia disponible, estar abierto a la crítica, al cambio de paradigmas y utilizar métodos formales de inferencia estadística.
- Búsqueda de pruebas empíricas, es decir, ayudarse de la observación y experimentación. Esto implica recolectar datos y compararlos con las predicciones de la teoría. Si los datos son consistentes con las predicciones, la teoría se considera más fuerte y si no es así se considera debilitada o refutada.
- La verificación de su consistencia interna que implica asegurarse de que no contradice sus propias premisas y no contiene contradicciones lógicas.
- La comprobación de su coherencia con teorías relacionadas o similares. Se trata de que no existan contradicciones entre una teoría y las establecidas por otras teorías en el mismo campo de estudio.
- Evaluar su simplicidad basándose en que la teoría es fácil de entender y no requiere un gran número de suposiciones adicionales a las que la propia teoría contiene.
- Capacidad explicativa. Una teoría debe ser capaz de explicar los fenómenos que se están estudiando y, además, debe predecir nuevos fenómenos similares a los explicados.
Es importante tener en cuenta que el proceso de evaluar una teoría es continuo y no se trata de un proceso lineal, puede ser necesario volver a evaluarla a medida que se recopila más información y se descubren nuevos hallazgos.
Garantizar que se realiza una evaluación correcta requiere un enfoque crítico, riguroso y multidisciplinar. Asimismo se deben considerar multiples factores para asegurar su validez y su precisión. Para ello es importante hacer uso de los métodos científicos establecidos, evitar sesgos, someter la teoría a revisión por pares, considerar toda la evidencia disponible, estar abierto a la crítica, al cambio de paradigmas y utilizar métodos formales de inferencia estadística.
Sin embargo, ser capaces de seguir estas directrices en nuestro día a día es complejo y requiere conocimiento y prestar atención a lo que se nos presenta, así como confiar en quienes tienen los conocimientos sobre ello.
Si os interesa el tema podéis leer este artículo de https://hablandodeciencia.com/ donde cuento cómo las teorías conspiranoicas se convierten en creencias: https://hablandodeciencia.com/200-anos-de-terraplanismo/
Referencias:
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