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Esencialismo

Partimos del hecho de que el conocimiento es una realidad histórica y que existe una contingencia entre el conocimiento y la historia. Por lo tanto tiene que haber una contingencia en la historia del conocimiento. Sin embargo, como en todo lo humano, hay muchos prejuicios y por ello debemos hablar de el esencialismo. Este término agrupa aquellas doctrinas cuyo objetivo es la distinción entre esencia y  contingencia. Entendemos por esencia aquello que hace que un ser sea y, además, es invariable. Por oposición, la contingencia es aquello que surge de forma accidental. En la filosofía actual, el esencialismo plantea el debate desde la oposición de la naturaleza a la sociedad.

Mirando lo invariable 


    La epistemología histórica puede ser entendida, de forma general, como el estudio del proceso de generación de conocimiento científico y como una forma de historizar la epistemología (Rehinberger, 2010). La pregunta que surge es si tiene cabida el esencialismo en esta concepción epistemológica.

    Desde Platón hasta Hegel el enfoque dominante en epistemología partía del hecho de que hay que conocer las cosas por su esencia. Teniendo en cuenta este criterio no es el contexto histórico lo que describe la naturaleza, sino que se trata de algo invariable y atemporal. Para ilustrar este pensamiento podemos usar como ejemplo un triángulo. Sus propiedades son invariables, independientemente del color, el tamaño, la forma o en qué época histórica nos lo encontremos. Y aunque no hubiera más triángulos, seguiría manteniéndose invariable y de ser rectángulo seguiría cumpliendo el teorema de Pitágoras. Para saber en realidad qué es algo, un adepto al esencialismo necesita conocer a fondo la esencia de ese algo, independientemente del contexto espacio temporal. Hablamos de epistemología pura y dura, en la cual todo aquello que sea externo se trata de forma displicente.

    Si admitimos el esencialismo como punto de partida para el conocimiento, las propuestas que se plantearían supondrían, por ejemplo, preguntar si la Tierra es redonda o plana y, en lugar de investigar o medir la Tierra, considerarían desde el punto de vista abstracto analizar el plano, el circulo o la esfera como conceptos. La idea de Tierra en lugar de la Tierra en sí misma está relacionado con la normatividad epistemológica, lo que significa que existe una desvinculación absoluta de la realidad, ya que las normas son intemporales e invariables. 

    Lo cierto es que el esencialismo ha tenido éxito, no por casualidad, sino por estabilidad. La estabilidad de los objetos, las cosas, la naturaleza y lo que nos rodea nos permite categorizarlas, clasificarlas y separarlas, establecerlas en especies, géneros y categorías. Esta forma de pensamiento permite que nuestro mundo sea más sencillo, más comprensible. Por lo tanto, si creemos encontrar esa esencia invariable en el tiempo, por muchos cambios que se produzcan, los individuos tendremos una naturaleza y un entorno más controlados, más dominados y más comprensibles. Evidentemente no puede haber una mutación continua, sabemos que existen esencias que son invariables y aunque cambien los individuos a los que pertenece, la esencia perdurará. Sin embargo esto no significa que podamos hacer una extracción de esencia de todo lo que nos rodea, la contingencia también forma parte de la naturaleza.

    En nuestro día a día mantener cierto grado de esencialismo nos permite la comunicación. Imaginad que cada vez que tenéis que describir algo tuvierais que especificar la esencia básica del objeto, dónde está, sus características físicas, su contenido o su objetivo entonces la comunicación sería inviable. Si a lo largo de la historia humana no hubiera existido cierto grado de abstracción ¿podríamos tener todo el conocimiento que poseemos?  Evidentemente la comunicación se hace a través de elementos abstractos lo que facilita tanto la comprensión como la distribución del conocimiento. Las abstracciones nos permiten que, aunque en nuestra imaginación y nuestra mente mi mesa sea distinta a la vuestra, si todos hablamos de mesa sabremos a qué nos referimos. 

    Evidentemente lo que es útil en la vida cotidiana o en el día a día no necesariamente tiene que ser verdadero. Pensemos en un tigre. Si cogemos un tigre, y entendemos que la esencia del tigre aunque lo hagamos más pequeño no va a variar, nos encontraremos que tras hacerlo mucho más pequeño y pasar de pesar 500 kg a pesar 5 kg, seguiríamos teniendo un tigre, y es muy probable que lo que tengamos sea un gato.

    Hubo momentos en el que el concepto cambió, se modificó esa distinción entre sustancia y accidente. Por ejemplo Newton o Darwin fueron algunos de los que contribuyeron a ello. En el momento en el que Darwin nos propone una idea de mutación, aún manteniendo nuestra ”esencia humana”, da al traste con la idea de separar la esencia de la contingencia. 

    La historia de la ciencia afecta a los prejuicios epistemológicos y son estas mutaciones las que deberían ser objeto de la epistemología. Nos permiten comprender ciertos comportamientos culturales en ámbitos muy diferentes. Precisamente, la epistemología histórica no es esencialista porque parte de la contingencia del momento o de la relatividad histórica de la ciencia, lo que implica que no es unitarista en cuanto a la idea de conocimiento ni de sus métodos ni de sus criterios de gestión.


Referencias:

Apuntes de Julián Pacho García (Máster de Cultura Científica de la UPNA)

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