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La última misiva

La guerra es atroz, cruel, despiadada e inhumana y, si la ciencia se pone de su lado, excede a lo que la mente de una científica puede soportar. Clara Immerwahr debió de pensar algo parecido cuando decidió acabar con su vida el 2 de mayo de 1915. No dejó una carta de despedida y a pesar de no saber a ciencia cierta qué pasó por su cabeza, algunas razones pueden suponerse.
    En la siguientes líneas he escrito la que pudo ser la carta de despedida de Clara a su marido Fritz Haber. Es su historia la que me ha servido de base para suponer qué pudo sentir para no seguir viviendo. Son meras suposiciones y no tienen que ser las correctas. Me he dejado llevar por lo que podría pensar en su situación y, aunque las cosas han cambiado y la forma de resolverlas también, el dolor en el alma y en la cabeza no siempre tienen fácil solución.

Horror


                                                                                                                                                                                                                           Karlsruhe, 2 de Mayo de 1915
 
Mi una vez querido Fritz:
            Éstas son las últimas palabras que pronunciaré. Toda la vida he deseado estudiar y poder desarrollar mis conocimientos para el bien. Me costó mucho conseguir todo lo que logré, tú, mejor que nadie, sabes que este es un mundo de hombres y que no valoran mi trabajo por ser mujer.
            Lamento mucho haber dicho sí aquella segunda vez que me pediste matrimonio. Ilusa de mí, creí que juntos lograríamos cosas importantes. Pensé que por mí misma no alcanzaría ningún logro que tú sí podías alcanzar e imaginé que, aunque no fuera de forma directa, tus logros serían también los míos. ¡Inocente de mí!
            Siempre pensé que cuando decías que en la paz la ciencia era para la humanidad y en la guerra, para la nación, no era cierto. Supuse que si se producía algún conflicto armado tú, al igual que yo, desearías el bien para todo el mundo. Sabía de tus investigaciones pero nunca creí que fueses capaz de tanta crueldad. La humanidad ha ido escapando de tu mirada y desde que en abril usaste el gas para el ataque, me di cuenta de que tu idea de la ciencia para la guerra no era una bravuconada. No, era real, cruel, inhumana y despiadada.
            Nunca quise otra cosa que aprender y supuse que estar a tu lado me iba a permitir hacerlo. No ha sido así, tus ansias de destrucción y muerte no caben ni en mi cabeza ni en mi corazón. No has reconocido mi trabajo más que en una ocasión y, a pesar de haber tenido mi apoyo, no me lo has agradecido. Pero estos detalles no son más que eso, detalles. No puedo soportar ni un minuto más convivir con una persona que lleva la muerte en la mente, en la ciencia y en el alma. No puedo admitir que lleves a cabo investigaciones para aniquilar a personas y que los proyectos para mejorar la vida de los humanos se te hayan olvidado dando paso al caos y la destrucción. La ciencia debe estar por encima de la política y de la nación, debe servir a los humanos para crecer, avanzar y mejorar, no para aniquilar, hacer sufrir y matar.
            Me voy, y lo hago con la convicción de que es lo mejor que puedo hacer. No puedo llevar en mi cabeza y en mi corazón el peso de tus tropelías. Dejo a nuestro hijo solo, pero seguramente será lo mejor para él, crecerá libre de discusiones y espero que tan pronto como sea capaz de valerse por sí
 mismo deje atrás a su tan horrible padre. Lo que hago, lo hago consciente de que dejo muchas cosas por hacer, ya no investigaré, ya no aprenderé, ya no comprenderé nada más pero con la satisfacción de que nada de lo que mi mente pueda idear o investigar podrá ser usado nunca para hacer daño.
            Una última cosa, quiero que vayas al frente con sangre en tus manos, quiero que cada vez que uses tu arma sepas que la primera vida con la que acabó fue la de tu mujer y que cada una de las vidas que siegues con ella lleve un poco de mi alma. 
                                                                       
                                                                                             Clara Immerwahr 

    A esta carta, ficticia, mi compañero de Máster Xabat Galletebeitia ha respondido. Una respuesta, pensada y muy emotiva. La podéis leer en Dibulgatzen. Mil gracias a Xabat por su réplica, juntas hacen un todo.
    Si queréis saber más sobre el tema os animo a leer Científicos con dos caras en el blog Un polizón de la vida de Jose Luis Sampedro Ruiz. 

Referencias:

 

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