Nuestro futuro climático no pinta bien. Vivimos en un periodo que se denomina antropoceno, es decir, una forma de llamar a la influencia y el daño que los humanos estamos causando al planeta. Se trata de un momento en la historia de cambio de percepción. Lo que durante siglos hemos entendido como un funcionamiento de la naturaleza ajeno a nosotros y, que dábamos por sentado, está cambiando. La naturaleza reacciona a nuestros movimientos y acciones. Vivimos en un periodo en el que somos conscientes de ello y podemos medir lo que ocurre en aquello que hemos percibido como ajeno a nosotros.
Los humanos vemos que las instituciones cambian, que el sistema productivo se está modificando, que el mercado y, todo aquello que creíamos estable, está cambiando. Estas modificaciones parten del avance tecnológico que ha crecido de forma exponencial en los últimos tiempos. No podemos decir que los cambios sean malos ni que lo sea la tecnología, pero sí es claro que, poco a poco, estamos haciendo metástasis en la naturaleza.
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La Tierra impresionada (creación con DALL·2) |
Es innegable que el aumento del nivel de dióxido de carbono en la atmósfera, el calentamiento global y la subida del nivel del mar son consecuencias de la acción humana.
Bruno Latour se pregunta por qué al darnos cuenta de que estamos en una crisis climática no hacemos algo para modificar la situación. Se plantea por qué lo que le ocurre a la naturaleza no parece que afecte a nuestra identidad o que ponga en duda nuestra seguridad.
Latour en su conferencia, Sobre la inestabilidad de la noción de naturaleza, con la intención de responder a las preguntas planteadas anteriormente, propone como punto de partida la comprensión de las bases y el origen de la cultura occidental. Desde su punto de vista, para resolver los problemas medioambientales a los que nos enfrentamos debemos comprender cómo se produjo la división entre la naturaleza y la cultura.
El punto de partida está en algunos filósofos como Hobbes, Locke y Rousseau para los que la naturaleza o el “estado de naturaleza” se refiere a lo que nos rodea. No es algo social pero tiene una fuerte carga de norma. La naturaleza se presenta como aquello que rige a lo social, como la búsqueda de la perfección del comportamiento en lo que la naturaleza determina y, que en algunos conceptos, podría entenderse como derecho, leyes e incluso como política. Es curioso cómo hemos escogido para hacernos de guía a la naturaleza, de la que parece que no formamos parte, y queremos que, de esa forma externa y alejada a nuestra vida, nos organice y se convierta en objeto de orden para la sociedad. Latour indica que es absurdo buscar en el derecho natural y en la naturaleza algo que no está en ella sino que corresponde a la cultura.
La idea parece ser que mantengamos la naturaleza aislada de lo que somos como sociedad y que la ciencia que la estudia se haga desde la más absoluta objetividad. Esto se hace imposible dentro del “Nuevo Régimen Climático”. No podemos aislarnos de la naturaleza de la que formamos parte y a la que, con nuestras acciones, estamos dañando. Mantenerse alejados e impasibles es una tarea compleja. La cantidad de problemas relativos al clima afectan a lo que la ciencia produce y, en muchas ocasiones, ésta debe involucrarse, no se trata únicamente de informar.
Es un arma de doble filo ya que la presentación de datos de forma absolutamente objetiva no es posible y eso favorece a los “escépticos” del cambio climático ya que su argumentario se puede basar en la supuesta alerta y subjetividad de los científicos. Para poder luchar contra esta situación, se debe recurrir a crear una red sólida de científicos para dotar de consistencia a la investigación acerca del cambio climático.
La expresión “el fin de la naturaleza”, a la que se refiere Bruno Latour, es un intento de desdramatizar las posiciones más extremas sobre el cambio climático. Nuestra visión de la naturaleza debe cambiar y ya no tiene que ser analizada como algo ajeno y que, además, tiene capacidad de recuperación. Parece que en los últimos años hemos tomado conciencia de que no es así y que ahora hay que mediar para devolverle su equilibrio. Desde mi punto de vista la cultura y la naturaleza forman parte de lo que como humanos somos y, es por eso que llegados al punto en el que nos encontramos, no queda otra que volver a tomar nuestra posición dentro de la naturaleza y suponer que somos un agente más del cambio. Debemos cuidar nuestros pasos porque no todo lo que implica cambio lleva asociado mejora.
Creo que cuando Latour se refiere al “fin de la naturaleza”, su sentido está relacionado con entender que la naturaleza es parte de nosotros y nosotros de ella, que formamos un binomio mutuamente influyente y que su mal es nuestro mal.
Es un arma de doble filo ya que la presentación de datos de forma absolutamente objetiva no es posible y eso favorece a los “escépticos” del cambio climático ya que su argumentario se puede basar en la supuesta alerta y subjetividad de los científicos. Para poder luchar contra esta situación, se debe recurrir a crear una red sólida de científicos para dotar de consistencia a la investigación acerca del cambio climático.
Creo que cuando Latour se refiere al “fin de la naturaleza”, su sentido está relacionado con entender que la naturaleza es parte de nosotros y nosotros de ella, que formamos un binomio mutuamente influyente y que su mal es nuestro mal.
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