Un domingo cualquiera y una sala de cine. La película ni siquiera tiene importancia, lo relevante fue la necesidad de huir.
Una escena simple, sin nada especial, ni relevante, ni emotivo, ni duro, ni interesante. Una sencilla escena con dos protagonistas hablando. Un diálogo insulso, sin potencial para crear pánico, ni siquiera tristeza o emoción de ningún tipo.
Una esencia llegó hasta su nariz, almizclada, con notas de madera y seca, muy seca. Su cerebro viajó a miles de días en el futuro, una imagen de apocalipsis, dolor y necesidad de huir se formó en su cabeza con tanta nitidez que hubiera asegurado que acababa de ver un mal augurio del día de mañana.
Tan rápido como la imagen llegó, se fue, no así el olor. El aroma del pánico a un apocalipsis anunciado y terrible fue su compañero un tiempo. Una esencia que tuvo adherida a su mente y que no era capaz de eliminar. Tardó dos años en volver a pisar una sala de cine.
Hoy ha vuelto a olerla y ha sentido pavor. El cuerpo y el cerebro le piden huir, pero ¿hacia dónde? No hay escapatoria y lamenta no haber sido capaz de comprender el augurio que aquella esencia le mostró.
El aroma del café le saca de su ensoñación. El pánico, en ocasiones, se apodera de su mente y solo la esencia de la realidad le devuelve la cordura.
Este microrrelato ha sido creado para colaborar con Divagacionistas con el tema #relatosEsencia
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