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¡No lo veo! 👀

Sí, esas fueron las palabras de una alumna con la que aprendí muchísimo. Imaginad que llegáis a una clase a sustituir a una profesora unos días. La clase era de matemáticas y de funciones. Me puse a explicar en la pizarra que si dominio, recorrido, bla, bla, bla. Veo que hay una mano levantada y le doy la palabra, lo que salió de su boca me dejó alucinada: "no lo veo". Imaginad mi cara...perdonad, es que no os he dicho que Ane no veía. Una enfermedad le había ido quitando visión a lo largo de sus pocos años de vida y en aquel momento ya había perdido la visión completamente.
    Le hacía mucha gracia que la gente anduviera con pies de plomo para evitar mencionar su falta de visión...pero una, que no es ni fina ni delicada, directamente le dijo: “Ane pero cómo que no lo ves... claro que no” y nos echamos unas risas. Estuve charlando con ella y me contó que mis palabras hacían que en su cerebro se formaran imágenes. Yo también me di cuenta de que en esa clase en concreto mi forma de explicar también cambiaba. Generalmente las matemáticas son visuales desde el momento en que la explicación se apoya en lo que se escribe o dibuja en una pizarra, pero en esta clase verbalizaba todo lo que escribía y con ello Ane se formaba una imagen mental de lo que yo quería explicar. Me dio mucha pena que se acabara la sustitución porque aprendí muchísimo de ella.
    Lo que pretendía con esta breve historia era dejar constancia de que sin el lenguaje no somos nada. Parte de la relevancia que tiene el lenguaje la expliqué en esta entrada.
    Claro que esa no ha sido la única experiencia en la que las palabras han sido las protagonistas. Hace unos años al "terraplanista lingüístico" (Mikel) le detectaron unos nódulos en las cuerdas vocales y le operaron. Tres meses sin hablar, ¡Puf! Los primeros días intentaba comunicarse por gestos, la verdad es que se apañaba bien, de hecho creamos un sistema de signos para las cosas básicas del día a día. Lógicamente las conversaciones eran monólogos y os aseguro que tanto a Mikel como a mí nos gusta mucho hablar. Entonces: ¡Pizarra que te va! Las conversaciones pasaron a ser escritas y os aseguro que la experiencia fue muy divertida. Claro que si quieres mantener una conversación usando una pizarra el espacio para escribir es limitado y tienes que ser concreto y esquemático. Además la comunicación no verbal se vuelve imprescindible. De aquella experiencia sacamos dos conclusiones: que las palabras son relevantes y que cuando no las puedes usar surgen otros códigos de comunicación. ¡Ah! Y que a día de hoy sólo con mirarnos ya intuimos qué vamos a decir.


    Seguro que os estáis preguntando y todo esto ¿Para qué?. Para hablar de la importancia del lenguaje. Sin él estamos aislados, no podemos comunicarnos, no podemos trasmitir lo que sabemos o pensamos y que sin lenguaje, la capacidad de abstracción desaparece.
    Pensad en un mundo sin lenguaje, sin símbolos y sin nombre para lo que nos rodea. Nada de lo que podemos hacer sería viable. Suponed por un momento que no pudiéramos comunicarnos y que no hubiéramos dado nombre a lo que nos rodea. ¿Hubiéramos podido hacer abstracción y comunicarnos con otros? Imaginad que no conocemos la palabra perro sino que cada perro tiene su nombre específico, siempre y cuando lo hayamos visto. ¿Podría existir la comida para perros? Creo que no. Habría comida para Toby y una distinta para Lagun y otra diferente para cada uno de ellos. Complicado, ¿no?. Sé que se trata de un ejemplo un poco ridículo...pero extendedlo a todo lo que nos rodea y veréis.
Sin el lenguaje y lo que ello implica para cada uno de nosotros tendríamos nuestro propio y único sistema de entender el mundo, no compartiríamos nuestros conocimientos, no hubiéramos podido construir un saber universal y no habríamos creado una cultura común. Todo ello es lo que nos permite sobrevivir y construir el concepto de humanidad. 
    El lenguaje construye nuestro pensamiento y nos permite elaborar estrategias, planes y trasmitirlas a otros. Al fin y al cabo yo no podría contar mis majaderías si no dispusiera de un lenguaje para elaborarlas y unos símbolos para escribirla.
    Sin embargo vamos a empezar por el principio. Nacemos y normalmente lloramos y hacemos ruiditos. Una de las frases que más se oyen en esos primeros meses es : “no sé qué le pasa”. Lógico no podemos comunicarnos con alguien que tiene un modelo de pensamiento y lenguaje estructurado que nosotros no tenemos. Un poco más tarde comenzamos a distinguir objetos unos de otros y empezamos a aprender a generalizar y abstraer, en algunos casos con confusiones que a los adultos les resultan muy graciosas.  
    Vamos avanzando en la adquisición del lenguaje y ya podemos hacernos entender con algunas frases cortas o algunas un poco más elaboradas que seguro que hemos oido de los que nos rodean. Poco a poco vamos completando nuestro sistema de lenguaje y comunicación, lo que nos permite elaborar ideas propias y hacérselas saber a otros. Así que ya podemos mantener diálogos y, poco a poco la abstracción comienza a estructurarse en nuestra cabeza. Es a partir de ahí cuando empezamos a tomar conciencia de nosotros mismos y a tener memoria. ¿Cuántas veces habéis dicho “desde que tengo conciencia” o “desde que recuerdo”? Eso es precisamente lo que nos aporta el lenguaje: memoria, pensamiento, abstracción y conciencia. A partir de aquí llega el aprendizaje y la comunicación. En ambos casos exige el manejo del lenguaje abstracto y de la capacidad de expresión. Precisamente esto es lo que nos permite comunicarnos con otros y hacerles partícipes de nuestros pensamientos, ideas, creencias. Es decir adquirimos la capacidad de crear y en la interacción con los otros es cuando elaboramos estrategias comunes y actuaciones que nos permiten avanzar y resolver problemas, crear cosas nuevas y además ponerlas en común con otros creando así la cultura. De la comunicación con otros sacamos ideas, comprendemos lo que otros piensan (o no) y nos afirmamos como seres individuales y sociales. 
    A partir de cierto momento, lo que nos permite el lenguaje es aumentar nuestro conocimiento y ampliar nuestra visión de lo que nos rodea.
    Ahora imaginad que no tuviéramos lenguaje…sí, efectivamente no seriamos nada, no tendríamos lo que tenemos, no habríamos evolucionado y no podríamos comunicarnos con otros. Así que desde estas líneas mi más sincero agradecimiento a las palabras que en el fondo son las que hacen que mi cerebro sea como es.



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