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Mirar una flor 2€🌺

Esta entrada la quiero empezar con unas preguntas: ¿la naturaleza nos pertenece?¿podemos hacer con ella lo que queramos?¿qué nos aporta?. Parecen preguntas un poco absurdas y supongo que la mayoría habréis pensado que las repuestas son: no, no y mucho. Sin embargo, ¿las respuestas son realmente esas?
    Es probable que como individuos sí creamos que la naturaleza no nos pertenece, que no podemos hacer lo que queramos con ella y que nos aporta mucho. Pero como sociedad ¿el pensamiento es el mismo? Personalmente creo que no, que los humanos nos hemos apropiado de la naturaleza y de todos los bienes que pone a nuestra disposición para dominarla y moldearla a nuestro antojo y necesidad. A lo largo de la historia de la humanidad nos hemos dedicado a modificar el entorno para hacerlo más cómodo para nuestra propia subsistencia, a dominar a otras especies y a aprovechar todos los bienes que la naturaleza nos aporta, que no son pocos.

        En los últimos años y para hacer frente al grave maltrato que estamos imponiendo a nuestro ecosistema, al que ya no dominamos ni controlamos, ha surgido un enfoque que puede tener relevancia de cara a la creación y aplicación de políticas medioambientales. Lo que hasta ahora eran recursos naturales a nuestro alcance deberían ser considerados como servicios ecosistémicos de los cuales depende nuestra vida y nuestro bienestar.
    “El concepto de servicios ecosistémicos se usó para enseñar a la gente que los ecosistemas nos prestan servicios, demostrando entonces el valor de las funciones ecosistémicas para la humanidad”, Peterson (2010).
    Este concepto considera a la naturaleza como un agente económico que nos presta un servicio por lo lógico es suponer que debemos remunerarle como a cualquier otro agente económico con el que intercambiamos bienes o servicios. Me temo que no lo hacemos. Aprovechamos todo aquello que la naturaleza nos aporta. Sin embargo no es un intercambio justo ya que nosotros cogemos y no pagamos por ello.
    La naturaleza no nos pertenece, no somos sus dueños ni sus amos y mucho menos sus creadores, así que ¿sería justo que pagáramos por su uso?. Yo creo que sí, el problema surge en cómo pagamos por los servicios que nos presta la naturaleza. En sí misma no es una entidad que pueda recibir dinero y además tampoco puede intervenir en discusiones para lograr acuerdos. ¿En manos de quién dejamos esta gestión?. 
    Sería fantástico que cada vez que miráramos una flor, cogiéramos setas en un bosque, fuéramos a la playa, navegáramos o realizáramos cualquier otra actividad lúdica y recreativa, hubiera una compensación para la naturaleza. De igual modo que si se utiliza con fines mercantilistas, por cada tala de árboles, por cada uso de agua, por un cultivo o por la carne de los animales, la naturaleza cobrara su parte del servicio ecosistémico que aporta. ¿Es viable hacerlo? 
    En primer lugar hay que señalar que hay una creencia extendida de que la naturaleza es algo aislado de los humanos, que podemos explotar y que está para satisfacer nuestras necesidades. Sin embargo parece que el enfoque sistémico ha permitido hacer hincapié en que la naturaleza nos aporta lo que somos, lo que poseemos y lo que podemos llegar a imaginar o lograr. Por lo tanto el siguiente paso es convencer a la gente de que hay que pagar a la naturaleza como si de otro agente económico se tratara. 
    La dificultad surge en el momento en el que tenemos que decidir quién es su representante en los negocios. Difícil asunto. Tal vez podrían ser instituciones, desligadas de gobiernos y empresas, las que se encargaran de ello. Pero surge un problema, ¿cual sería su ámbito de actuación?¿nacional, regional, universal? La elección sería complicada ya que los conflictos de interés entre las naciones, regiones o globales impedirían llegar a acuerdos y es bastante probable que de la elección surgieran nuevos conflictos.
    En mi empeño por darle a la naturaleza entidad económica para poder ser partícipe directa en la economía global, voy a suponer que hemos conseguido que tenga sus representantes en los negocios. El siguiente paso que tendrían que llevar a cabo es valorar cada uno de los servicios que la naturaleza nos ofrece y establecer un intercambio con ella, que podría ser inversión continua en conservación, preservación de los recursos y bienes que nos aporta. ¿Dónde establecemos el limite? La naturaleza no nos aporta únicamente recursos, sino también belleza, inspiración, tranquilidad. ¿Sería propio cobrar por oler una flor  o pasear por un bosque u oír las olas del mar? No tengo una respuesta clara para esto, ya que en muchas ocasiones para disfrutar de la naturaleza la maltratamos con suciedad y con daños. Así que creo que sería apropiado que la naturaleza cobrara por ello. Sin embargo no me cabe ninguna duda de que en este caso, como en otros, se terminaría por convertir oler una flor en un lujo al alcance de unos pocos. 
    ¿Qué suele ocurrir cuando determinadas cosas son un lujo que solo unos pocos pueden pagar? El resto no solo no tendría opción a disfrutar de esos lujos sino que es probable que hubiera zonas absolutamente degradadas en favor de zonas muy cuidadas. Lo cual supondría desigualdad entre regiones y cambios en el equilibrio global de nuestro ecosistema.
    No todo va a ser negativo. Ya existen pagos por servicios ecosistémicos. En Latinoamérica en 2008 ya existía un informe que recogía de forma detallada el pago por servicios ecosistémicos y áreas protegidas. En ellos se incluyen algunos programas que ya están implementados y otros que se encuentran en las primeras fases. 
    En la cuenca del rio Ruvu en las montañas de Uluguru en R.U de Tanzania, se lleva a cabo un programa conjunto CARE-WWF que promovió el pago por servicios ecosistémicos. En los que intervienen los compradores situados en zonas aguas abajo (la empresa industrial de abastecimiento de agua y alcantarillado DAWASCO y Coca Cola Kwanza Ltd.) y los vendedores que residen en varias aldeas localizadas aguas arriba. Los agricultores fueron remunerados por la adopción de prácticas agrícolas para el control de la escorrentía y la erosión del suelo, al tiempo que mejoraban su producción de cultivos. Información aquí.
    Y este ejemplo me parece muy ilustrativo:
    “En Jamestown, Rhode Island, Estados Unidos, los agricultores generalmente cosechan el heno en sus campos dos veces al año. Sin embargo, esta práctica destruye los hábitats de muchas aves de pastizales locales. Economistas de la Universidad de Rhode Island y EcoAssets Markets Inc. recaudaron dinero de los residentes de Jamestown que estaban dispuestos a ayudar a las aves. El rango de inversiones fue de entre $5 y $200 dólares por persona y recaudaron un total de $9,800 dólares. Este dinero fue suficiente para compensar a tres granjas de Jamestown por el costo de reducir sus cosechas anuales y obtener su heno de otra fuente. De esta manera, las aves tienen tiempo suficiente para anidar y abandonar los terrenos, sin sufrir el estrés de la cosecha de heno. En este ejemplo, los agricultores se benefician porque solo tienen que cosechar sus campos una vez al año en lugar de dos veces, y los contribuyentes se benefician porque valoran la vida de las aves más que el dinero que contribuyeron al proyecto.” (Wikipedia).
   Para concluir me parece muy interesante la posibilidad de que la naturaleza se convierta en un sujeto económico más, siempre que el objetivo prioritario sea preservarla…pero no confío en los humanos como ya os conté aquí. La mayoría no estaremos vivos para cuando nuestras acciones sean visibles, son demasiado lejanas así que probablemente nos de igual.



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