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¿Te gusta la ciencia?

Ante la falta de un consenso claro sobre lo que la ciencia es o se espera de ella, me gustaría empezar por contar qué entiendo yo por ciencia. Obviamente es una visión sesgada, parcial y absolutamente subjetiva, claro que es así. Todos tenemos nuestro bagaje, influencias, imaginario e intereses. Así que es este punto de vista desde el que os quiero contar mi imagen sobre la ciencia.
    Para comenzar os diré lo que es para mí la ciencia:
    “La ciencia es el funcionamiento del universo, desde lo más grande a lo más pequeño, que como humanos tenemos intención de desentrañar y desenmarañar con el objetivo de sobrevivir y hacerlo cada vez mejor. La ciencia está, no se crea. Sin embargo, lo que sí creamos es el lenguaje en el que la expresamos. Su expresión es, por tanto, creación humana pero en ausencia de humanos la ciencia está.” (Sonia Fernández, 2022)
    ¿Qué significa esto? Sencillo, que sí soy favorable, de hecho, absolutamente favorable a la ciencia. No puedo ser contraria a aquello que pone de manifiesto la existencia de mi universo, mundo o pequeño espacio-tiempo en el que viviré o sobreviviré. 
    Claro que como constructo humano o como objeto de manipulación por parte de los humanos, la ciencia tiene sus inconvenientes. 
    Me resulta admirable la capacidad de comprensión de algunas personas al tratar de elaborar y construir leyes que expliquen lo que nos rodea. Mentes claras que saben hacer las preguntas correctas para que lo que nos rodea responda. Mentes dotadas de capacidad para estudiar, comprender, explicar y manipular lo que tenemos con el objetivo de mejorar nuestra vida y nuestra comprensión de ella. Me admira la creación científica, la investigación, el desarrollo y la tecnología que emana de la acumulación de conocimiento que hemos ido atesorando durante toda la historia de la humanidad. 
    En ocasiones, me resulta increíble comprobar cómo aspectos complejos de la existencia son analizados y se pueden expresar de forma comprensible para seres mortales que pasarán un rato en este plano y desaparecerán.
    Sí, me gusta la ciencia, me gusta el conocimiento, me atrae ser capaz de comprender algunas cosas que resultan complejas. Me parece espectacular sentarme a mirar una nube, divertirme con sus formas, sus colores y, al mismo tiempo comprender de qué esta hecha, cómo se mueve, qué nombres tiene, qué puede provocar. Son las dos caras del mundo, no son excluyentes. Puedo maravillarme al contemplar una forma que me resulta agradable a la vista al mismo tiempo que me deleito leyendo la fórmula que lo explica.
    Me parece fascinante ser capaz de comprender no siempre de forma directa, ya que la naturaleza es esquiva a la hora de regalarnos sus secretos, que tras observar, analizar, replicar e investigar se obtengan respuestas. Respuestas válidas para crear, para salvar vidas, para hacer más liviana nuestra existencia, para darnos la oportunidad de ofrecernos un futuro prometedor. Una lucha continua por la supervivencia, una lucha de titanes para lograr avanzar, evolucionar, aprender, comprender y sobrevivir.
Foto generada usando DALL-E.
     ¡Ah! No todo es perfecto. La ciencia, al igual que todo lo que nos rodea, también tiene su lado oscuro. En el momento en el que los humanos formamos parte de algo tenemos tendencia a emponzoñarlo. Al igual que en el resto de aspectos que conforman nuestra vida, la ciencia también está llena de envidia, moda, intereses, desánimos, conflictos, luchas…básicamente todo aquello que nos hace humanos.
    No hace demasiado tiempo hice una reseña de Los males de la ciencia de Joaquin Sevilla y de Juan Ignacio Pérez (Next Door, 2022). Ambos ponen de manifiesto en el libro que la ciencia tiene su lado malo. Tras la lectura del libro, mi opinión sobre el lado oscuro de la ciencia quedó reflejada de la siguiente forma:
La ciencia refleja lo que la sociedad es y, por supuesto, sus males. No somos una sociedad perfecta. Somos egoístas, tenemos sesgos y montones de prejuicios. La ciencia, aunque en sí misma no posee estos rasgos, tan pronto como entra en contacto con nosotros y se convierte en una producción humana, absorbe nuestros pecados.
    No se libra de ninguna de las características que tiene nuestra sociedad, búsqueda de éxito con rapidez, intereses económicos, bucles burocráticos infinitos, exceso de meritocracia, etc.” 
    “…una visión absolutamente humana de la ciencia, cuestiones éticas, abusos de poder, premios Nobel apoyando pseudociencias, algún crítico al escaso papel de las mujeres en la ciencia que no menciona a sus colaboradoras y de algunas Matildas y Mateos. Situaciones que provocan que, en ocasiones, sintamos que la ciencia no se encuentra bien de salud, que si no la cuidamos puede provocar que se perciba como algo poco útil, no válido para todo el mundo o como algo ajeno. Cuanto más enferma se perciba, más riesgo tiene de ser atacada por corrientes de pensamiento peligrosas que, sin darnos cuenta, nos pueden llevar a futuros que no deseamos. Hay que fortalecer la ciencia y, tal vez, la mejor vía sea mejorando y cuidando nuestra sociedad.”
“…la ciencia en sí misma no está enferma. Sin embargo, la producción científica está gestionada por humanos y una de las características que nos define es la subjetividad. Nadie está libre de pecado. Somos quienes somos. Mantener distancia y ser objetivos y, sea cuál sea el ámbito en el que nos movemos, dejar de lado quiénes somos es una tarea compleja.
    Afortunadamente la ciencia no vive aislada. Cada vez es más colaborativa y actualmente cuenta con más seguidores que hace un siglo. El acceso a proyectos, investigaciones y resultados es cada vez más sencillo. Es más cercana a lo humano y, precisamente, esta proximidad es la que provoca que esté enferma. 
    En nuestro mundo global todo influye en todo, aislarse es complicado. Ser objetivo, más. Así que nos encontramos una ciencia influida por modas, intereses económicos, racismo, homofobia, machismo, aspectos que están presentes en la sociedad actual.”
    Los males emanan de nuestro comportamiento diario. Supongo que la sociedad es compleja, en ocasiones agresiva y las respuestas que damos frente a tales situaciones no suelen sacar siempre lo mejor que llevamos dentro. No soy pesimista política al más puro estilo hobbesisano, pero sin duda no tengo una confianza ciega en los humanos, suelo ser bastante escéptica en lo que a la bondad humana se refiere.
    En resumen, me gusta la ciencia, la considero buena, válida, interesante, útil, valiosa, diversa, entretenida, curiosa, amplia, sin límite…pero como prácticamente cualquier cosa que cae en manos humanas, manipulable y, en ocasiones, peligrosa. Saber nos hace libres, actuar, en ocasiones, nos hace malos.





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—¡Un sobre, un sobre! — grité cuando lo vi.      En alguna ocasión os he contado que, desde muy pequeña, quienes bien me quieren NO me han hecho llorar, al contrario, me han hecho disfrutar y han alentado mi curiosidad con regalos que me han permitido entender algunas de las maravillas que nos rodean…esqueletos, juegos de química, microscopios, muchísimos libros y algún que otro sobre.      El 6 de enero de 2019 me encontré con uno de estos sobres y dentro: un viaje a Ginebra para visitar el CERN . ¡Iba a ir al lugar donde cogen partículas, les dan una velocidad propia de Star Wars y las hacen chocar!      Os podéis imaginar la ilusión que me hizo ir donde se busca lo elemental, y cuando digo lo elemental, quiero decir aquello de lo que está constituido todo, y que ningún ojo puede ver, lo más pequeño de lo pequeño.      Tras los besos, los abrazos, las gracias y algún que otro grito de entusiasmo, la cabeza me iba a mil y me a...

Y….¿por qué?

Pues por tres razones simples: Star Wars, la ciencia y el mal. Está muy claro, ¿no?. No, seguramente  no, así que supongo que a los que estéis aquí os parecerá bien que me explique un poco más.     Star Wars, fue mi primer contacto con el espacio, las naves, Darth Vader, Leia y R2D2. Cada uno me aportó una cosa distinta. Salí del cine feliz. Tenía 4 años y desde entonces me han acompañado la fuerza y el lado oscuro de la fuerza. Sí, el lado oscuro también. No hay luz sin oscuridad.      La ciencia llegó más o menos por la misma época. Mi abuelo había sido marino y había recorrido medio mundo. Le encantaba la física, la astronomía, y los barcos. Lo primero que me enseñó fue cómo rotaba la Tierra alrededor del Sol. Y siempre me dejaba hacer experimentos, que normalmente ensuciaban, explotaban o quemaban. Nos divertíamos muchísimo.      Y esto enlaza con el mal, porque la verdad es que hacer explotar cosas creo que en todos provoca algún tip...

May the ´Darth´ side of the Science be with you.