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Una noche en la ópera y dos biombos

¿Qué tienen que ver la ópera y dos biombos? Empecemos por la ópera. Una de las primeras óperas que pude oír en directo fue Madama Butterfly. Maravillosa ópera de Giacomo Puccini, no os voy a destripar completamente el argumento pero el eje central es la vida de Cio-Cio San, una joven japonesa, y su relación con el americano Pinkerton. 
    En aquel momento me sorprendió encontrarme con un americano en el escenario y como no tenía ni idea de por qué me dediqué a husmear un poco sobre el tema. ¿Qué pintaba un americano entre tanta bella flor de loto?
Versión propia de Cio-Cio San

    Me enteré de que el periodo en el que la ópera estaba ambientada coincidía con un momento de apertura de Japón al mundo. La necesidad de evolucionar y generar desarrollo científico y tecnológico le llevo a importar científicos desde Occidente. 
    Este encuentro entre Japón y Occidente se produjo en 1853. El 8 de julio, dos fragatas y dos buques dirigidos por el comandante de la Marina de los Estados Unidos, Mathew C. Perry, llegaron al puerto de Uraga. Perry tenía la misión de convencer al gobierno japonés de crear vínculos diplomáticos y relaciones comerciales con los Estados Unidos. La intención era acabar con la política de aislamiento que había mantenido Japón en el periodo anterior. Se firmó el tratado de Kanagawa en 1854 y con él se abrieron los puertos al comercio exterior.
Puerto de Uraga en 1890 (Dominio público)

    Esta apertura al mundo no solo llevó Occidente a Japón sino, también, Japón al mundo, en especial a Inglaterra, Francia y a los Países Bajos. Los objetos de arte y la artesanía se pusieron de moda. En la Exposición Universal de París en 1867 los fans de lo oriental se volvían locos con los kimonos, las cajas lacadas, las telas y cualquier antigüedad que procediera de Japón. Sin embargo, no estaban al alcance de cualquier bolsillo ya que la venta de estos productos se hacía en la tiendas más elegantes de París.
    La fascinación por Japón se extendió entre los pintores de la época como Vincent van Gogh, Claude Monet, Henri de Toulouse-Lautrec y Edgar Degas. Por ejemplo, Monet pintó a su mujer en el cuadro La Japonaise, no con ropa occidental sino con un kimono, un abanico y muchos pai pais. La influencia era tal que el crítico de arte Philippe Burty acuño el término “japonismo” para describir la fascinación de la época por la cultura japonesa, bueno, al menos por una parte de su cultura. 

La Japonaise de Monet (Dominio público)

    Ahora ya tenemos más o menos claro qué pintaba Pinkerton en Japón. Cuando Puccini compuso la obra Japón se abría al comercio con el mundo. Llegaban los primeros americanos y, aunque parece que les encantaba la estética, no hubo un verdadero interés por su cultura.
    Sin haceros “spoiler” de la ópera, tengo que contaros que hay una boda. La clave está en que es absolutamente real para ella y, sin embargo, para él no es más que un entretenimiento. No podía aceptar un matrimonio serio con una japonesa y así se demuestra en el desarrollo de la historia. 
    ¿Pudo la historia de Cio-Cio San ser real? Es posible. Durante el periodo Edo, los shôgun tenían controlado el comercio a través de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales. En la isla de Dejima, frente a la bahía de Nagasaki (donde también amarra la nave de Pinkerton), la Compañía tenía una filial. Los comerciantes holandeses se podían instalar allí siempre que fueran solteros. Se permitía que se casaran con japonesas para estar acompañados, bueno, o eso es lo que les decían ya que en realidad estas mujeres eran una buena fuente de información.
    Esta práctica se mantuvo durante el periodo Meiji. En 1868 Mutsuhito el nuevo emperador reclamó el poder que había estado en manos de los shôgun del clan Tokugawa, momento en el que se abre el comercio con Occidente. Tuvo claro desde el comienzo que era urgente modernizar e industrializar el país. Se establecieron unas directrices de actuación y, entre ellas,  estaba la “búsqueda internacional del conocimiento”.

    Si os fijáis en la fotografía del emperador Mutsuhito está vestido con ropas occidentales, de hecho, esta fotografía es de 1873. La primera fotografía del emperador fue en 1872 y la historia correspondiente está en este enlace. La verdad es que es muy curioso.
    Este cambio en la mentalidad, que influyó hasta en el emperador, se produjo por la presión de las circunstancias. Las potencias europeas habían colonizado a otros países asiáticos ya que éstos últimos estaban menos desarrollados tecnológicamente. La situación no pintaba bien para Japón así que, avanzar o morir. Avanzar, además, suponía tener la oportunidad de convertirse en una potencia de Oriente.
    Esa apertura es la que provocó el “japonismo” en Europa y Estados Unidos que, con la pasión que despertó por los productos japoneses, dio lugar a una migración de las zonas rurales a las ciudades para dar servicio a las manufacturas. La fascinación por Japón a partir de los años 20 del siglo pasado fue decreciendo en lo que a la influencia artística se refiere. La Segunda Guerra Mundial probablemente tuviera algo que ver. Así que tras un empacho de kimonos, cajas y arquitectura japonesa, poco a poco fue desapareciendo el entusiasmo aunque nunca se ha perdido del todo. Pensad, por ejemplo, en la influencia actual del manga, las artes marciales, la literatura, etc.
    No fue esta ocasión
 la única en la que Japón tenía entre su población extranjeros y estudiosos. Ignorante que es una y con poco conocimiento de la historia, no había pensado que en épocas anteriores también habían existido contactos entre Japón y Occidente. Y eso es lo que nos lleva a los dos biombo. Pero no me quiero adelantar. Lo que yo había pensado que era el primer contacto de Japón con el exterior no lo era.
    Allá por el siglo XVI, Lisboa era un punto de difusión para el intercambio de productos y de cultura. A este periodo se le denomina Expansão Portuguesa no Mundo (Expansión portuguesa en el Mundo). La India y Japón fueron parte de esa expansión. ¿Cómo supieron dónde tenían que ir? Parece que por los viajes de Marco Polo, el de la Ruta de la Seda. Hablaba de una isla en el mar de China llamada Cipango (Japón) pero ningún Europeo había llegado. De hecho Cristóbal Colón al llegar a Cuba pensó que se trataba de Japón.
    Hechas las presentaciones os dejo las imágenes de un par de preciosos biombos que se conservan de la época. En concreto se encuentran en el Museo Nacional de Arte Antiguo de Lisboa. 



   
    Preciosos, ¿verdad? Si queréis saber más sobre la historia de estos biombos lo podéis leer en la entrada “una noche en la ópera y un biombo”.

Referencias:
Madama Butterfly

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May the ´Darth´ side of the Science be with you.