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Una noche en la ópera y un biombo

¿Qué tienen que ver la ópera, la transmisión de conocimiento y un biombo? Mucho, al menos en mi cabeza. Empecemos por el principio, por la ópera. Una de las primeras óperas que pude oír en directo fue Madama Butterfly. Maravillosa ópera de Giacomo Puccini, no os voy a destripar completamente el argumento pero el eje central es la vida de Cio-Cio San (Madama Butterfly), una joven japonesa, y su relación con el americano Pinkerton. 
    En aquel momento no sabía nada del contexto histórico de la creación de la ópera y me sorprendió ver a un americano en escena. Así que indagué un poco sobre qué pintaba ese personaje en un ambiente lleno de kimonos, tatamis, teteras y biombos.
Imagen de Adolfo Hohenstein (dominio público)

    Husmeando un poco me enteré de que la ópera estaba ambientada en un momento de apertura de Japón al mundo. Este encuentro entre Japón y Occidente se produjo en 1853 cuando dos fragatas y dos buques dirigidos por el comandante de la Marina de los Estados Unidos, Mathew C. Perry, llegaron al puerto de Uraga
Puerto de Uraga en 1890 (Dominio público)

    Cuando Puccini compuso la obra, Japón se abría al comercio con el mundo. Llegaban los primeros americanos y, aunque parece que les encantaba la estética, no hubo un verdadero interés por su cultura. Era lógico que Pinkerton estuviera en el escenario.
    Esta no fue la única ocasión en la que Japón tenía entre su población a extranjeros. En mi ignorancia y con mi escaso conocimiento de la historia, no se me había ocurrido que en épocas anteriores también habían existido contactos entre Japón y Occidente. Y con ese contacto anterior es con lo que encontramos la conexión con el biombo.
    Allá por el siglo XVI, Lisboa era un punto de difusión para el intercambio de productos y de cultura. A este periodo se le denomina Expansão Portuguesa no Mundo (Expansión portuguesa en el Mundo). La India y Japón se encontraban entre los países a los que llegó esta expansión.
    Parece que conocían Japón por los viajes de Marco Polo, ya que éste hablaba de una isla en el mar de China llamada Cipango (Japón) a la que todavía no había llegado ningún europeo.
    En 1543 naufragaron tres comerciantes portugueses y, en ese momento, empezó el intercambio comercial, cultural y un proceso de evangelización a cargo de jesuitas portugueses que se alargó hasta 1637, año en el que fueron expulsados. 
    Cuando los portugueses llegaron a Japón el país estaba en un periodo de guerra entre daimyōs. Algunos de estos soberanos feudales vieron una oportunidad de aliarse con los recién llegados. Con ello pretendían conseguir el puesto de Shōgun mediante las armas de fuego que los portugueses llevaban y del establecimiento de negocios comerciales. Al mismo tiempo se autorizó la evangelización ya que podía servir para acabar con algunas sectas budistas. De este modo tanto comerciantes como jesuitas se encontraron una situación favorable para sus respectivos objetivos.  
    De aquella época de contacto entre culturas han llegado hasta nosotros unos biombos, en concreto, los “Nanban byobu” (biombos Nanban). Fueron pintados por varios artistas y representaban el contacto que se había dado entre europeos y japoneses durante ese periodo. 
    Cuando leí el nombre pensé que era el lugar donde se habían creado o el periodo histórico al que correspondían, sin embargo, nanban-yin” significa “bárbaros del sur”.  Era la forma de llamar a los portugueses que llegaban al puerto de Nagasaki (el mismo donde llegaría posteriormente Pinkerton).
    Con estos intercambios se introdujeron en Japón productos hasta entonces desconocidos como el azúcar refinado y llegaron nuevas tecnologías como las armas de fuego y las técnicas de construcción naval de galeones. 
    Para la población, estos misioneros y comerciantes supusieron un choque cultural enorme ya que las costumbres y las formas de los europeos eran completamente distintas a las suyas. Parte de esta historia y estos encuentros los podemos ver representados en este biombo que se exhibe en el Museo Nacional de Arte Antiguo de Lisboa. 

Imagen del MNAA de Lisboa 

    Una belleza, ¿verdad? Estos biombos fueron realizados por varios artistas entre el siglo XVI y el XVII. Entre ellos uno de los más conocidos es Kanō Naizen
    En general los biombos se componen de seis láminas lacadas. Lo habitual era que se hicieran por pares y las escenas que hay representadas cuentan la llegada de los portugueses a Japón. Para los habitantes tuvo que ser impactante la visión de los barcos portugueses y, en especial, la de personas con rasgos y ropajes muy distintos a los que conocían. En los barcos llegaban productos y animales desconocidos hasta ese momento así que es lógico que un acontecimiento tan notable quedara reflejado en el arte del momento.
    El barco es el elemento central de este biombo, una gran nave negra denominada carraca portuguesa. Los japoneses llamaban a estos barcos kurofone (literalmente, barco negro), por su color. Éste se debía a la brea con la que se pintaba el casco para su mejor navegación. Comparados con los barcos japoneses de la época tenían que resultar imponentes tanto por su capacidad como por su velamen así que es habitual que aparezcan en muchos biombos.

 
Carraca portuguesa en Nagasaki, Kanō Naizen, Kobe City Museum (Dominio público)
    
   Las carracas llegaban cargadas de productos como la seda, la plata, algunas telas indias, caballos, pavos reales y tigres de Bengala. De Europa se enviaban relojes, vidrio, vinos y estoques portuguesesDe igual forma transportaban pasajeros, entre ellos los jesuitas encargados del proceso de evangelización.
    La influencia que a lo largo de los años tuvieron los jesuitas en esta expansión religiosa también queda reflejada en estos biombos. ¿Veis la cruz en el edificio de la izquierda? La forma recuerda a los templos orientales, sin embargo, la cruz en lo alto indica que la misión de los jesuitas estaba en marcha y era aceptada por los habitantes. 
    El primer jesuita en llegar a Japón fue Francisco Javier en 1549. Durante los años anteriores los portugueses habían comerciado de forma esporádica. Su tarea iba a ser complicada ya que no tenía información sobre lo que allí se iba a encontrar. Por curioso que parezca Francisco Javier pensaba que su evangelización se podía lograr sin fuerza, ya que consideraba a los japoneses como un pueblo que se regía por la razón. Parte del trabajo que realizaron los jesuitas fue de observación y aprendizaje del idioma, lo que les permitió traducir textos religiosos y comprender que el pueblo japonés debía ser guiado a su propio modo.


Detalle de la imagen superior

    Entre los productos con los que los portugueses comerciaban había animales. ¿Cuántos veis en la imagen? Podemos ver elefantes, un galgo y varios caballos. Los elefantes proceden de la India, los portugueses en su expansión también habían llegado a la India. Del mismo modo llevaron gallinas, patos y conejos que no eran conocidos en aquella época en Japón.
   En el biombo están representados aquellos que contactaron con la población, los marineros, los clérigos, caballeros, alguna dama, el capitán del barco y, lo que probablemente, sean esclavos de la India.
    La forma en la que se ha reflejado a los marineros es muy curiosa. Si os fijáis en lo alto, en el palo mayor y entre las velas, los marineros están en actitud acrobática. ¿Por qué esa representación? ¿Buscaban la burla hacía los portugueses? ¡Quién sabe!. De repente habían llegado bárbaros del sur con costumbres, animales, productos, idioma y religión diferentes y, a lo mejor, les parecían ridículos.
    Los contactos comerciales eran esporádicos, sin embargo, los misioneros residían allí y aparecen en la obra. Son una parte muy importante de esta conexión de culturas ya que son los que establecen misiones, evangelizan, se relacionan con la población y son el eje de transmisión de conocimiento.
    No podemos olvidarnos de los comerciantes y caballeros, aparecen en distintas actividades dentro de la imagen. Montando a caballo, con elefantes, en la comitiva que lleva al capitán en palanquin, etc. Jugaron un papel importante al llevar tanto productos como conocimiento occidental a Japón. 
   
Detalle de la imagen superior

    Kanō Naizen reflejó en este biombo lo que supuso el contacto con occidentales y me ha llamado mucho la atención que cerca de los elefantes hay personajes que tienen el rostro de color más oscuro. Se trataría de los cuidadores de elefantes y su origen sería la India, seguramente esclavos o marineros.
    ¿Qué me decís de los ropajes? Priman los pantalones bombachos exagerados con multitud de colores, nada parecido a la vestimenta tradicional japonesa.

Detalle de la imagen superior

    Ahora que ya he destripado sin mucho arte pero con mucho interés uno de estos magníficos biombos, quiero dejaros una segunda imagen para que juguéis a encontrar animales, objetos o cualquier cosa que os llame la atención. Se trata de la pareja del primero que os he enseñado. En este caso y, a modo de pista, el barco no se va, está arribando.

Imagen del MNAA de Lisboa
 
    Algunos autores no creen que los biombos representen de manera fiel la relación entre ambos países, de hecho, he encontrado información que habla de esclavitud y de una posible burla por parte de los artistas hacía las costumbres portuguesas. En el siglo XVII se destruyeron las iglesias de aquella época por lo que parte de la historia de aquel contacto se perdió.
    No todo tiene que ser bonito, las dos historias que os he traído reflejan la necesidad de intercambio de conocimiento por un lado y los abusos que desde la posición de poder se producen en algunos de estos intercambios.
    Para que no nos quede un mal sabor de boca de la época también quedaron influencias en la gastronomía. La primera, la tempura japonesa basada en los pexinos de orta portugueses y, la segunda, kasutera que es la versión japonesa de un bizcocho. Además, llevaron la patata y trajeron de vuelta el cilantro. 
    Ya solo me queda animaros a oír Madama Butterfly de Puccini, a ir a la bahía de Nagasaki y a visitar Lisboa para ver en vivo alguno de estos biombos japoneses. ¡Sayōnara, baby!
    Si os apetece leer un poco más sobre la historia de Japón y el contexto de Madama Butterfly lo podéis leer en “una noche en la ópera y dos biombos”

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