Tenía un agujero en el pantalón. Verlo le recordó que no podía comprarse uno nuevo y las brujas de sus supuestas amigas lo sabían. ¡Con lo que había sido ella! Estaban en la flor de la vida: profesionales, madres, amantísimas esposas de alguien y con una red de amistades extensa y sólida. En realidad, esto último no era cierto, la falsedad era su bandera. Mirando ese agujero se dio cuenta de que le hacían el vacío y conocía la razón: había perdido su trabajo. Ya no era la jefa de relaciones públicas que les conseguía entradas gratis. Se mantenía dentro del grupo, pero no encajaba. Intentaba ser amable, jamás dejaba un mensaje sin contestar y se alegraba o entristecía al ritmo que marcaban las conversaciones de WhatsApp, pero estaba fuera del juego. Observando el agujero entendió que todas eran perfectos simuladores de preocupación fingida, exagerada y vacía de contenido, tanto que podrían llegar a ser la...