Tenía un agujero en el pantalón. Verlo le recordó que no podía comprarse uno nuevo y las brujas de sus supuestas amigas lo sabían. ¡Con lo que había sido ella!
Estaban en la flor de la vida: profesionales, madres, amantísimas esposas de alguien y con una red de amistades extensa y sólida. En realidad, esto último no era cierto, la falsedad era su bandera.
Mirando ese agujero se dio cuenta de que le hacían el vacío y conocía la razón: había perdido su trabajo. Ya no era la jefa de relaciones públicas que les conseguía entradas gratis.
Se mantenía dentro del grupo, pero no encajaba. Intentaba ser amable, jamás dejaba un mensaje sin contestar y se alegraba o entristecía al ritmo que marcaban las conversaciones de WhatsApp, pero estaba fuera del juego.
Observando el agujero entendió que todas eran perfectos simuladores de preocupación fingida, exagerada y vacía de contenido, tanto que podrían llegar a ser la envidia de una IA generativa de falsas respuestas empáticas.
Se fue a la cama pensando en el agujero de su pantalón y sintió que su vida era como él: pequeña e insignificante.
Afortunadamente, la claridad se puede encontrar en la oscuridad más absoluta y cuando se tumbó vio, entre la negrura que reinaba en su mente, una grieta. La atravesó y llegó a sus pensamientos más profundos, esos que habitan un lugar donde la claridad mental está escondida entre traumas, demonios interiores, pensamientos oscuros y alguna que otra mala idea.
Allí encontró un agujero como el de su pantalón, pequeño, pero muy significativo. Hurgó un poco y de él salió uno de sus demonios interiores con el que hizo muy buenas migas.
El demonio dijo que se olvidara de sus amigas, que era hora de ponerse en marcha. Si le hacían poco caso podía desaparecer y nadie lo notaría. Si no tenía relevancia era estupendo, no tenía que rendirles cuentas. En definitiva, que era más libre que esas arpías que jugaban a ser amigas. El demonio le susurró algunas palabras: fisura, grieta, imperfección, resquicio…agujero.
Se durmió tranquila arrullada por otro de sus demonios interiores. Al levantarse se sintió como nueva, brillante y liberada.
Se acordó de su demonio y de su agujero del pantalón. Dio con la clave; encontrar un resquicio, una pequeña fisura o una minúscula grieta imperceptible a golpe de vista. Se puso a silbar y a planificarlo…tres diamantes serían suficientes para tapar el agujero.
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