¿Es una pregunta absurda? Tal vez. Sin embargo, os la plantea alguien que tiene algún que otro problema con la luz del Sol y con las temperaturas superiores a los 25 grados centígrados. Estos días estamos soportando una ola de calor que nos afecta en mayor o menor medida y este hecho me ha llevado a pensar sobre algo curioso.
El calor y el Sol son mis enemigos. Tengo alergia cutánea a la luz del Sol, estornudo en cuanto un rayo solar roza mi nariz y pierdo visión. El calor me hincha, me baja mucho la tensión, me irrita la piel y me fríe el cerebro. ¿Estoy mutando a vampira? Puede, pero eso os lo cuento en esta entrada.
Pasarlo tan mal con el calor y el Sol me ha llevado a identificar ciertas señales en el ambiente que me indican que tengo que tomar algunas medidas para no sufrir demasiado. Por lo tanto, en momentos como el actual en el que nos encontramos padeciendo temperaturas elevadas, me tomo muy en serio las señales de aviso.
De esta situación es de donde ha surgido la curiosidad por si podemos oler el calor o no. A lo largo de los años hemos sufrido canículas. Sin embargo, son cada vez más tempranas, más intensas y duraderas. Se han extendido y, desde hace unos años, las sufrimos en todas las zonas. Dado que vivo en una zona definida como templada de clima oceánico mis primeros contactos con lo que para mí significa calor extremo fueron en países del Mediterráneo.
En estos lugares, al levantarme por la mañana, olía el aire y, en todos ellos, los días de temperaturas elevadas percibía un olor peculiar, denso y que mi cerebro asocia con calor. Nunca había tenido esa sensación en Bizkaia, que es donde vivo. A lo largo de los años, en las sucesivas olas de calor, el aire al amanecer siempre ha sido fresco, con un aroma intenso a hierba verde y vegetación. Supongo que gracias a los árboles, a las extensas áreas de pastos y al mar, que está a un kilómetro de distancia. En ningún caso me recordaba a la sensación de calor de otros lugares.
Ayer fue la primera vez en mi vida, que fuera del Mediterráneo, en mi casa, volvía a oler el calor. Me pareció curioso. Suponer que puedo oler el calor, quizás, sea mucho suponer. Entiendo que lo que huelo es el aire caliente que llega cargado de partículas que proceden de África, las cuales, lógicamente, poseen aroma. Sin embargo, lo interpreto como calor.
Percibir ese olor, que había experimentado en zonas del Mediterráneo más secas, con menos vegetación y próximas al mar, me ha hecho plantearme algunas preguntas.
¿Está cambiando el clima más rápido de lo que pensamos? Quisiera pensar que no pero las evidencias parecen claras.
¿Está Bizkaia adquiriendo características de un clima mediterráneo? Probablemente. Perderemos precipitaciones, tendremos más sequías y perderemos vegetación.
¿Estamos acelerando el cambio climático con nuestras acciones e inacciones? Sí, así lo muestran algunos informes.
En lo más hondo sé que sí, que se nos está yendo de las manos. A modo de consuelo prefiero pensar que lo que me pasa es que soy capaz de oler el calor. ¿Vosotros también lo oléis? ¿Habéis olido el cambio del clima?
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Oye, qué cuestión más curiosa. Conozco a una chica que "huele" cuándo va a llover porque detecta la subida de humedad, y el caso es parecido: ella vivía en una zona de muy pocas lluvias, empezó a notarlo al venir al norte y cambiar de clima, pero lo del calor no lo había oído.
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