Un día cualquiera me puse a pensar sobre lo complejo. Empecé con el Universo y concluí que era demasiado complejo para entenderlo, así que elegí algo más sencillo.
Pasé a los elementos que lo componen y eso me llevó a las galaxias, la materia oscura, la energía oscura y me pareció complejo. No me quedó más remedio que bajar un peldaño más y llegar al Sistema Solar. El Sol, los planetas, sus lunas y, aún así, seguía siendo complejo.
Ante la complejidad de la estructura en la que nuestro planeta habita y gira, me decanté por intentar entender la Tierra en sí misma. Flora y fauna sobre roca que gira alrededor del Sol. Complejo entenderlo.
Sola ante la necesidad de entender algo, quise reducir aún más lo que buscaba entender y me fijé en la flora. Inabordable, no podía con todo lo que el mundo vegetal puede ofrecer.
En un ataque de necesidad imperiosa por comprender, decidí abordar al ser humano. Lo que consideraba más simple. Al fin y al cabo, formo parte de ello. Estamos hechos de órganos que están formados por células y dentro, en lo más profundo, genes. Cuando llegué a los genes, pensé que había encontrado lo más simple. Sin embargo, no lo es.
Me di cuenta de que lo complejo es terriblemente simple si no profundizamos y lo simple es absolutamente complejo por ser la partícula elemental de lo complejo.
Como la idea más simple que conozco y de lo que soy más consciente es de mi propia ignorancia escribí las siguientes explicaciones:
Mi objetivo era tener una pequeña idea de cómo es el Universo, que es la estructura más grande que concibo y de qué es el código genético, que es de lo más pequeño que conozco. Lo más probable es que no haya entendido nada, pero eso os dejo que lo juzguéis vosotres.
Entrada colaboradora con la iniciativa de Café Hypatia como #Polivulgadora para #PVcomplejidades
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