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Mostrando entradas de julio, 2024

De negro riguroso

Vestía siempre de negro riguroso, no importaba la ocasión.      Lo habitual era que suscitara algún comentario entre quienes no la conocían y, en muchas ocasiones, había oído frases despectivas por vestir así.      Todo en su mundo era oscuro. De vez en cuando se permitía una brizna de color, quizás con un lazo naranja en las botas, un cinturón verde, pero el resto tenía que ser del más profundo negro.      Estaba convencida de que, quien posaba sus ojos por primera vez en ella, creaba una imagen equivocada de su personalidad. Tenía la certeza de que la suponían triste o, tal vez, deprimida, incluso es posible que la tomaran por una amargada.      En fin, estaba acostumbrada, nunca faltaba algún comentario. La gente quería color y la negrura de sus prendas creaba distancia y rechazo. Hay quien decía que parecía un pájaro de mal agüero o que era como una mosca en un vaso de leche, desagradable.      Nunca le había preocupado, iba como le gustaba y a nadie le tenía que importar. Ell

Fundido a negro

¡Noooooooooo! No voy a poder seguir. No sé qué ha pasado, pero siento que estoy entrando en pánico.     Nunca me había sentido así. Llevo años planeando esto y ahora no sé qué voy a hacer. Me siento sola, aislada, deprimida y al borde de un ataque de pánico.      ¿Qué hago a cinco mil kilómetros de casa en estas condiciones? No tenía que haber venido.     Lo peor es que mis contactos no se van a enterar. Nadie sabrá qué pasa y perderé todo aquello por lo que he peleado. ¿Y mi familia? La siento tan lejos.      No hay solución. No tengo ni idea de cómo resolverlo y tardaré dos días más en llegar a un lugar civilizado. Tendrá solución, pero lo que he perdido ya no volverá.      No tenía que haberlo hecho. Siempre me dicen que soy descuidada y que no me preocupo más que de tonterías y hoy, precisamente hoy, me he dado cuenta de que tienen razón.      Si hubiera prestado atención a lo que estaba haciendo, esto no habría pasado. No sé qué hacer aquí. Nadie habla mi idioma y, aunque lo

Crónicas furiosas: malas pulgas

Durante estos meses, unas cuantas personas han recibido un buen librazo en la cara o en otras partes del cuerpo, en distintas modalidades y con distintos libros, eso sí, casi todos de la biblioteca municipal. Creo que el bibliotecario sospecha algo porque desde hace tiempo cuando cojo un libro, no solo miro su sinopsis, sino que lo sopeso en la mano, compruebo su solidez y me fijo en la encuadernación, cubierta y sobrecubierta. Son alimento para mi cerebro y el arma perfecta para ‘la furia de mi niña’.      Sé que continuan los rumores sobre una mujer que golpea con un libro, pero no hay nada claro y hay muchas conciencias que callan. Hay quien sabe que soy la causante de esos golpes y calla, lo que me hace pensar que la gestión de la violencia que mi deliciosa furia hace, es correcta. Tengo la impresión de que hay quien lo sospecha y calla, supongo que le parece bien lo que hacemos y, desde luego, hay muchas personas que ni se lo imaginan.       Estos días paseando con Puky y charla

¡Buuuum!

¡Buuum! es la onomatopeya de una explosión. ¿Por qué empiezo así? Porque hoy toca pólvora y guerra. No, no me he enfadado con nadie pero me apetecía hablar de guerra y de Oriente, así que nada mejor que hablar de pólvora.  La guerra no se hace sola hay que hacerla. Necesitamos contendientes, estrategias y tecnología militar.     En nuestro imaginario colectivo la guerra esta llena de explosiones. Al hablar de ella seguro que habéis pensado en dos cosas, dinamita y pólvora. Yo me voy a quedar con la pólvora y sus origenes.      Todo el mundo parece estar de acuerdo en que el origen de la pólvora es China, desde allí pasó a Oriente Medio y llegó a Europa. De hecho, se cree que fueron los mongoles los que la dieron a conocer en Asia y que, tras su paso por Oriente Medio, llegó hasta nosotros. Vamos a seguir un poco el rastro de la pólvora desde su origen hasta su llegada a Europa. Imagen propia generada con DALL·E      No se sabe con certeza, pero aproximadamente en el siglo IX, la casua

Todo el mundo tiene uno

Imaginad por un momento que me he convertido en una eminencia mundial en genética y que, de casualidad, buscando una cura para el cancer, he descubierto el secreto de la vida eterna y cómo lograrla. ¿Qué hago? ¿Me lo guardo para mí? ¿Lo doy a conocer y gano el premio Nobel? No tengo una respuesta.       La primera razón es que las especulaciones sobre algo que no va a suceder llevan asociadas caminos que en la vida no discurren y la segunda, es que hay demasiadas implicaciones sociales en ello. Además, los criterios morales son como los culos, todo el mundo tiene uno.      Ahora que os he presentado la situación vamos a hablar de lo que los y las científicas pueden, deben o quieren hacer frente a situaciones extremas. Hablemos de guerra.      No vamos a decidir quién es bueno y quién es malo, sino que hay contendientes y cada uno de ellos tiene un contexto, unos conocimientos y, por supuesto, unos intereses. A todo esto podemos añadir que mantenerse al margen no siempre es posible.    

May the ´Darth´ side of the Science be with you.