Mujeres como Rosalind Franklin, Lise Meitner o Hé Zehuì hicieron ciencia durante el periodo de guerra. Sin embargo, no todas con la misma fortuna, lo que demuestra que, a pesar de que por un tiempo efímero las mujeres fueron equiparadas a los hombres, fue solo un momento.
En la Segunda Guerra Mundial la sociedad se tuvo que reorganizar para continuar con contienda y las mujeres se unieron a ese esfuerzo. Las tareas de las que las mujeres habían sido excluidas hasta ese momento, estaban a su alcance. La sociedad las necesitaba, ellas estuvieron dispuestas y se les concedió temporalmente la condición de “casi igualdad” con el hombre.
Rosie the Riveter |
En el momento en el que los hombres se encargaron de ir al frente y de las tácticas de guerra, no quedó otra que abrir las fábricas, la ciencia, la universidad y otros ámbitos a las mujeres. Se crearon divisiones del ejército en las que mujeres como Rosalind Franklin, Betty Molesworth o las chicas de Bletchley Park contribuyeron para ayudar a una sociedad que necesitaba sus conocimientos y su trabajo. Fue la necesidad lo que hizo que se despertaran muchas vocaciones, pero eso no redundó en un reconocimiento inmediato y una igualdad entendida por toda la sociedad. Los trabajos en la universidad estuvieron en manos de muchas mujeres, sin embargo, esto no se tradujo en un trato de igual a igual con quienes ocupaban los altos cargos. La necesidad no cambió el pensamiento de muchos. Por ello mujeres como Rosalind Franklin o aquellas pioneras de la informática, que sólo fueron valiosas mientras eran necesarias para cálculos tediosos, no tuvieron su reconocimiento
Las mujeres habían demostrado su valía, sus conocimientos y su capacidad pero no hubo una continuidad una vez terminada la guerra. Afortunadamente se produjo un cambio en la percepción de la ciencia con contribuciones como la de Simon de Beauvoir con su ensayo El segundo sexo (1949) en el que hace un análisis sobre el papel de las mujeres en la sociedad y la construcción del rol y la figura de la mujer.
En 1963 se publicaba La mística de la feminidad de Betty Friedan, considerado libro clave para la segunda ola del feminismo (1960-1990). En él describe este periodo postbélico como una época de retroceso en la que el modelo educativo tenía como objetivo la vuelta de las mujeres al hogar. Circunstancia que llevó a muchas mujeres a renunciar a sus carreras y a encontrarse con una menor libertad de la que habían tenido las generaciones anteriores.
Rosalind by Hopper (Stable Diffusion) |
En este contexto fue en el que Rosalind Franklin hizo ciencia. Rosalind es considerada el paradigma de la misoginia en la comunidad científica al contar con unos colegas masculinos que se aprovecharon de sus trabajos sin que ella recibiera ningún tipo de reconocimiento. De hecho, a pesar de su contribución, no se le otorgó el Nobel, ya que se argumentó que no se otorgaba este premio de forma póstuma.
Rosalind al igual que otras muchas mujeres a lo largo de la historia, sufrió el ninguneo por parte de colegas y superiores. Algunas versiones de su historia cuentan que cuando decidió estudiar química en el Colegio Newnham de Cambridge, su padre no aceptó su decisión y le retiró su asignación, haciéndose cargo de ella su tía.
En el momento en el que se graduó en Ciencias Naturales en Cambridge en 1941 ganó una beca universitaria para trabajar bajo la supervisión de Ronald George Wreyford Norris en el laboratorio de fisicoquímica. Parece que el entusiasmo que tenía Rosalind para realizar el trabajo en el laboratorio no tuvo respuesta por parte de Norrish.
En Francia consiguió trabajar con un grupo que, a diferencia del entorno masculino predominante en Inglaterra, estaba abierto a las mujeres. En 1951 consiguió una plaza en el King´s College de Londres y el director del departamento le encargó el estudio del ADN. No se trataba de un centro con especial interés en las mujeres y sus aportaciones. De hecho eran tratadas con respeto, pero no se les permitía estar en la sala de profesores.
Durante los años en los que Rosalind estuvo en el King´s, 1951 a 1953, siempre mantuvo una mala relación con Maurice Wilkins. Sin que Wilkins lo supiera le habían quitado un proyecto y se lo habían dado a Rosalind. Este hecho y las respectivas personalidades de ambos se encargaron de que las relaciones no fueran fluidas. Un entorno hostil hacía las mujeres y con un casi declarado enemigo no son el mejor lugar para desarrollar un buen trabajo. Wilkins incluso llegó a decirle que no sabía interpretar sus datos y aunque parece que se retractó, me imagino que sentirse cuestionada en la calidad del trabajo por sus colegas no sería del gusto de Rosalind. Como investigadora no le gustaban las prisas ni las especulaciones y el proyecto del ADN fue precipitado. Su artículo sobre sus descubrimientos se publicó modificado en Nature después de la publicación del modelo de Crick y Wilkins y como si se tratara de datos auxiliares.
Hélices (Stable Diffusion) |
La historia completa de lo que ocurrió con la famosa foto 51 la podéis leer en este árticulo. En 1958 se publicaba el libro La doble hélice de James Watson. En él reconocía que su trabajo no se hubiera podido desarrollar sin Rosalind Franklin. Sin embargo, su tono no era de admiración, sino sarcástico, hacía la cristalografía. Reconocía que algunos de los resultados de Franklin los había leído sin que ella lo supiera, lo que deja claro el poco respeto que tenía por el trabajo de Rosalind y que había servido de base para su modelo de ADN.
Existen unos cuantos libros escritos por algunos de los protagonistas de esta historia que dan su visión de lo que ocurrió, entre ellos el de la hermana de Rosalind, Jenifer Glynn quien escribió:
«Rosalind se convirtió en un símbolo, primero de mujer discutidora, después de científica oprimida y, finalmente, de heroína triunfante en un mundo de hombres. Ella no fue nada de todo esto, y habría odiado por igual todas estas facetas. Fue simplemente una buena científica con una ambición […] ser miembro de la Royal Society antes de cumplir los cuarenta. Pero murió a los treinta y siete.»
La aportación de Rosalind no se reconoció hasta mucho después y pasó desapercibida. Fue una mujer con un carácter fuerte, con gran interés en la experimentación, poco dada a las especulaciones y que buscaba ser tenida en cuenta por sus logros en la ciencia. Lamentablemente, el cáncer acabó con su vida cuando era muy joven, quién sabe hasta dónde podría haber llegado.
Si os interesa saber más os invito a leer: ¡Déjame hablar!
Referencias:
Rosalind Franklin, más allá de la leyenda
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